Ante la tormenta, solo hay dos opciones: darse por vencido o seguir remándola. Claro que hay tormentas y tormentas. Batallas y guerras. Quizás todas encierren complicaciones, pero… ¿cómo seguir después de recibir la noticia sobre la amputación de una pierna? ¿Cómo continuar con un pronóstico médico que augura no más de un año de vida? ¿Cómo plantearse la incertidumbre de no saber si existirá un mañana?
Esta es la historia de un milagro. De varios. O en todo caso, un relato de superación y voluntad. Porque si existe un contenido sobrenatural en lo que vivió Aarón Rodríguez (19), también hay un correlato en el mundo físico: el deseo de vivir, las voluntad de seguir y no bajar jamás los brazos.
“Me dieron un año de vida, me dijeron que me iban a cortar la pierna y que no iba a poder hacer esto o aquello, pero Dios me dio otra oportunidad. Aprendí que, aunque te caigas, te tenés que parar. Mi sueño ahora es poder estar en un Juego Paralímpico. Yo tengo fe que voy a llegar lejos”, dice Aarón. Y da para creerle. Habla con la misma convicción que le permitió estar hoy donde está.
EL DEPORTIVO visitó el barrio 508 viviendas de Posadas, detrás de Itaembé Guazú, para conocer la historia de Aarón, que las vivió todas, jamás dio un paso atrás y hoy entrena en el CePARD a la espera de su primera competencia oficial en salto en alto. “El deporte me salvó la vida”, confió el joven atleta, protagonista de una historia que merece ser contada.
Aarón, antes que nada, contanos…. ¿siempre hiciste deporte?
Sí, sí, desde chico. Y creo que eso también fue fundamental en todo esto. Desde los 7 años y hasta los 12 hice judo. Después, entre los 14 y 15, hacía fútbol en mi barrio, que por entonces vivía en Santa Rita, y jugaba para mi escuela, el CEP 1. Y a los 16 empecé a ver partidos de rugby, me gustó y empecé a entrenar en Lomas. Arranqué en 2018. Después me cambié al Capri. Jugaba de wing, del tipo que corre rápido (se ríe)…
¿Cómo fue lo de la amputación?
Fue en 2018. Estaba jugando una final contra Centro de Cazadores en mi categoría, caí y me raspé la rodilla. Salí de la cancha porque me dolía mucho, fui a casa, me limpié la herida y me quedó un moretón, pero nada raro. Era una herida como miles de otras. Eso fue un sábado. Al día siguiente, me levanté y tenía la pierna derecha hinchada. De vuelta, me limpié y todo, pero al otro día amaneció peor, ya no podía caminar ni moverla. Era como si me hubiesen dado un balazo en la rodilla.
¿Ahí fuiste a un centro médico?
Sí, le dije a mi vieja y fuimos al sanatorio. Apenas caminaba de lo que me dolía. Me dieron penicilina y un antiinflamatorio, y me dijeron que vuelva el jueves. Para ese día, sin mentirte, mi pierna tenía tres colores: rojo, amarillo y negro. Ese jueves, cuando fui, la doctora me vio y enseguida me dejó en internación. Ahí me trasladaron al Hospital Madariaga. Cada dos o tres días entraba al quirófano para limpieza, iban raspando y raspando al punto que se veían los huesos y cartílagos. Ya no tenía nada de tejido.
Fue todo muy rápido…
Me internaron el 1 de noviembre y el 16 salí de esa última limpieza. Ese viernes al mediodía me levanté de la anestesia y entraron siete médicos. Empezaron a hablar. Me dijeron que, si no me amputaban la pierna, al otro día amanecía muerto. Que tenía un hongo que iba subiendo por mi cuerpo. Era amputarme o morir.
¿Qué te pasó en la cabeza en ese momento?
Me quedé mudo. Recuerdo que no pude hablar por dos o tres horas. No caía. Y a eso de las 17 entré al quirófano. Me dijeron que, de diez que entran así, solo uno sale, porque es una cirugía muy fuerte. Eso me dio mucho miedo. Y también que, si sobrevivís a la operación, existen posibilidades de que te dé un paro cardíaco cuando despertás. Salí del quirófano a la medianoche y desperté unas horas después. Ahí mi cabeza empezó a trabajar, a pensar muchas cosas. Estuve internado y salí de alta el 10 de diciembre de 2018.
¿Cómo es salir de nuevo a la calle?
En ese momento, la verdad es que no quería salir mucho de casa, me reservaba, no quería que me miren, me sentía extraño. Salía y la gente se me quedaba mirando, nunca sentí discriminación, pero sí eso, que todavía hoy me pasa. Salí sintiéndome raro, frustrado y todavía sin poder caer. Pasé esa Navidad en casa y el 31 de diciembre me descompuse y me llevaron de urgencia, de nuevo, al hospital.
¿Tenía que ver con la cirugía?
Me dijeron que me habían bajado las defensas. Pasé internado todo enero de 2019 y el 1 de febrero me detectaron leucemia, como que se me despertó ahí. Me agarró mal, casi me morí. Esa fue la segunda vez que casi me voy para arriba.
Un diagnóstico muy duro…
Y ahí es que me dieron, como máximo, un año de vida. Fue una etapa difícil, estaba dos semanas en casa y dos semanas en el hospital. Y vencí al cáncer en junio, en cuatro meses. Si bien me sentía raro, me puse feliz por eso. Pero el 30 de diciembre de 2019 fui para un control, me hicieron una resonancia y encontraron que aquel hongo había subido y me estaba comiendo uno de los pulmones. La operación fue en enero de este año y me dijeron que también era difícil y que podía no superarla. Estuve internado hasta fines de enero, pero me recuperé. Arranqué el año con miles de marcas en el cuerpo, pero ya sin miedo a nada. Ya el año pasado se me fueron todos los miedos, porque entendí que puedo hacer un montón de cosas.
Y el amor por el deporte nunca se terminó…
A fines de junio, en plena cuarentena, empecé a hacer crossfit, primero en casa. Después, cuando se habilitaron los gimnasios, comencé a ir a uno en Cocomarola y Cabo de Hornos, cerca de la casa de mi abuela. Arranqué mirando lo que hacían los otros y probando. A medida que me fueron saliendo los ejercicios, terminé de superar los miedos. Y ahí también empecé a saltar en una pierna, sin la prótesis. Al principio era difícil, pero me fui acostumbrando. Y entonces descubrí que nada es imposible. Ahora ando solo por todos lados, me muevo solo o en cole, una vida normal.
¿Y cómo arrancaste con el atletismo?
Eso fue muy loco (se ríe)… Una tarde salía del gimnasio, iba caminando por Cabo de Hornos y me cerró un auto. Pensé que me iban a secuestrar. Me quedé helado. Ahí bajó una mujer con anteojos y vino directo para mí. Me dije a mí mismo ‘esta me lleva’. Y era Maia Guastavino. Me dijo que era profe de atletismo adaptado y me empezó a hablar del programa, de los entrenamientos… Y me gustó, así que a las dos semanas dejé crossfit y aparecí por el CePARD. Empecé con lanzamiento, pero probé en salto en alto y ahí dejé la jabalina de lado.
¿Y ahora? ¿A soñar?
Sí (se ríe)… Actualmente mi mejor marca es de 1.30 metros. Mi sueño es poder seguir creciendo, competir en los niveles más altos, meterle ficha y estar en un Juego Paralímpico. Quiero ver hasta dónde puedo llegar. Tengo fe en que voy a llegar lejos…
¿Qué función tuvo el deporte en tu recuperación?
El deporte me salvó la vida. Es como que me descargo con el deporte, me relaja, me ayuda y me hace sentir bien. Y también me sirve mucho escribir. Hasta escribí un libro, no es muy largo, pero….
Ahhh, también literatura…
Sí (se ríe)… Es sobre mi vida, sobre todo lo que pasé y sobre la vida en general. Siempre me gustó escribir. Antes escribía poemas. Cuando estaba internado, que me trabajaba la cabeza, me descargaba escribiendo. Y así surgió. Lo titulé “Resurgir de lo imposible”. Cuando estoy medio bajón, lo leo, me ayuda a reflexionar y a levantar el ánimo. Me gustaría poder sacar algunas fotocopias o editarlo y repartirlo a la gente que necesita una ayuda. Son palabras que me salieron del fondo del alma. Tratan sobre los problemas de la vida, del amor, del día a día.
¿Cuál es el secreto para salir adelante después de una experiencia tan dura?
Mirá, esos días que entraba todos los días al quirófano vivía muy bajoneado, muy pocas veces me sentía bien. Y cuando me dijeron que me iban a cortar la pierna, el mundo se me vino abajo. Pero cuando pasó, me propuse levantarme. En ese momento, me anotaron con el psicólogo y con el psiquiatra, pero fui unas pocas veces. Es que no me salían las cosas para decirlas y entonces las escribía. Y un día le dije a la psicóloga que no iba a ir más, que me había propuesto levantarme el ánimo yo solo, haciendo cosas que me gustan. Y pude salir adelante con mi propia voluntad. Hoy siento que me sobran ganas. La verdad es que a veces no sé de dónde saco fuerzas…
¿Te apoyaste en la fe?
Sí, siempre digo que fue una desgracia con suerte, no una tragedia. Obviamente no le deseo a nadie todo lo que me pasó, porque casi me morí cuatro veces, pero siempre pegó en el palo (se ríe). Dios me dio otra oportunidad, creo que Dios me quiere acá abajo por algo.
Toda vida tiene un propósito…
Sí, por eso hace dos meses estoy estudiando para arrancar Medicina el año que viene. Siempre me gustó y, con todo lo que me pasó, la pude vivir y sentir de cerca. Y eso me motiva todavía más. Me gustaría salvar vidas, hacer lo que hicieron por mí, ser cirujano y demostrar que todo se puede. En el hospital no era el único sin una pierna. Llegan un montón, de mi edad, más chicos o más grandes. Una vez, cuando esperaba el colectivo, me crucé con un chico, le habían cortado la pierna hacía un año y me contó que se había querido suicidar varias veces. Yo le conté mi experiencia, le dije que, aunque te caigas, te tenés que parar, no tenés motivos para decir que no. Hay que pelear.
Sin dudas, con tu experiencia, sos un testimonio de vida…
Lo único que digo es que veo muchos chicos que se bajonean porque les dejó el novio o la novia, lloran y se quieren quitar la vida. Yo trato de hablarles y contarles lo que viví. Todos pasamos por problemas, algunos más chicos y otros más grandes, pero mi mensaje es que siempre hay que encontrarle el lado positivo a todo. Muchas veces, la vida te maneja, y no tiene que ser así. Vos tenés que manejar tu vida. Hay que aprender a valorarse, a tener fe, a tener voluntad. A mí me dijeron muchas veces que no iba a poder, me miraron con lástima. Pero eso a mí ‘ni me tinga’. Hay que tener una meta en la vida y darle para adelante aunque vengan los palazos. Hay que seguir siempre, aunque llegues sin nada. Pero hay que llegar.
“Probó salto en alto y se quedó con eso”
La otra protagonista de la historia es la profe Maia Guastavino, de larga trayectoria en el atletismo adaptado provincial, quien descubrió a Aarón de pura casualidad.
“Yo salía de trabajar y lo vi caminando por la avenida Cabo de Hornos, en short, con su prótesis. Paré el auto, me presenté y le pregunté si quería sumarse”, relató Maia a EL DEPORTIVO.
Guastavino es referente de una de las tres Escuelas Deportivas Argentinas (EDA) de deporte adaptado que funcionan en la provincia, bajo la tutela del Ministerio de Deportes provincial: además de Posadas, también contienen y trabajan con los chicos en Oberá y Eldorado.
“Aarón enseguida me dijo que sí y se enganchó. Arrancó haciendo lanzamiento, porque la prótesis que tiene no le permite correr, entonces no teníamos muchas opciones. Sin embargo, una vez probó salto en alto y me dijo ‘me quiero quedar acá’”, confió la profe.
En total, ya son 12 los chicos que trabajan en la EDA Posadas, que utiliza la pista de atletismo del CePARD. “Estamos los lunes y miércoles, de 8 a 11. Todos los que se quieran sumar, son bienvenidos”, sintetizó Guastavino.