Muchas veces queremos tener todo organizado, diagramar cada paso, tener todo controlado ¿y saben algo? nos perdemos lo mejor: la sorpresa, lograr lo que no imaginamos que podíamos lograr, pasamos por al lado de las oportunidades sin verlas porque no fueron las planeadas.
El mejor plan que podemos hacer es ser genuinos en todo momento, con cada persona, con nosotros mismos, decir y hacer lo que sentimos, callar un poquito la mente y animarnos a dar ese pasito que nos acerca a lo que deseamos.
Parece tan pequeño, tan insignificante, solo una gota en el mar, pero ese primer paso, es el SI que nos damos, la oportunidad de intentar, creer en nosotros, pensar que si algo sale mal, nos tenemos y será solo una experiencia.
Cuando lo damos, una puerta se abre ante nosotros y surgen caminos insospechados, la magia se multiplica, aparecen manos para ayudarnos, maestros para guiarnos, solo debemos dar ese primer paso que nadie puede dar por nosotros, permitirnos intentar y dejarnos llevar por el camino que aparezca en ese momento.
Cuando nos ponemos grandes objetivos muchas veces nos bloqueamos, sentimos en algún punto que no vamos a poder, que es demasiado grande y de tan grande ¿para qué intentarlo si no es posible lograrlo?
En cambio cuando miramos la vida con la mirada “a donde esto me lleve”, todo cambia de color, se transforma en aventura, en un juego, no pasa nada si no sale exacto a lo planeado, no hay un plan, el único plan es ser fiel a nosotros mismos, es dar cada paso si verdaderamente lo sentimos, es disfrutar cada logro y aprender de los tropiezos siendo felices al encontrar el regalo que estaba oculto en ese momento.
Cuando vemos la vida como una aventura, se vuelve divertida, le sacamos presión a lo que hacemos y automáticamente sale lo mejor de nosotros, algo que estaba tan adentro que ni siquiera lo sabíamos.
Dejarnos llevar “a donde esto nos lleve” es entender que cada uno es único e irrepetible, no hay dos personas iguales, por lo tanto los moldes fijos y los estereotipos nunca pueden calzar tan bien como ser uno mismo. Es perder el miedo a ser diferente, es confiar en nuestra fuerza interior, en que siempre estamos a tiempo para girar el volante y cambiar el rumbo si donde estamos no nos gusta.
Las decisiones son pasos no sentencias, siempre podemos decidir otra cosa, lo único importante es que esas decisiones vengan de nuestro corazón, de nuestro yo interior, de nuestros deseos, no del miedo o las presiones externas.
Ir “a donde esto nos lleve” no significa en ningún modo andar a la deriva por la vida, todo lo contrario, es escucharnos a nosotros mismos, que lo único que nos guie sea ser fiel a nuestro yo interior, como afirma Richard Bach en su libro “Ilusiones”: “Tu única obligación en cualquier periodo vital consiste en ser fiel a ti mismo”.
Se trata de estar abiertos como antenas, tener la piel permeable para sentir las señales, escuchar nuestra voz interior, confiar en nuestra fuerza y dejarnos llevar a donde esto nos lleve.