Se acerca la Navidad y qué mejor regalo después de un año tan diferente poder estar en paz. Me viene el recuerdo de Louise Hay y sus enseñanzas en en libro “Usted puede sanar su vida”, diciendo que tenemos que amarnos completamente sin querer cambiar nada en nosotros, por eso decía que tenemos que repetirnos una y mil veces: “Me amo y me acepto, todo está bien en mi mundo”.
En cambio nuestra mente-ego siempre nos está diciendo otra cosa, nos pide siempre algo más, cambiar algo, mejorar algo, hacer un poco más para supuestamente estar “mejor”, superarnos. Y me pregunto: ¿Superar qué? ¿A quién? ¿De dónde hemos aprendido que la vida es una carrera; que hay una meta a donde llegar superando y ganando?
Cuando observo esto veo por qué estamos como estamos, agotados, siempre queriendo cambiar o esperando algo, dejando de estar presente totalmente en un momento para un futuro que no sabemos si llegará.
Vivimos conectados a todo sólo que se nos olvida la conexión con nosotros y nuestras necesidades físicas, emocionales y espirituales. Somos un todo y es una necesidad cuidarnos y se me ocurre una sola forma de cuidarnos y es con amor a nosotros mismos.
Cuando nos miramos al espejo, ¿lo hacemos con amor, agradeciendo nuestro cuerpo o estamos buscando qué mejorar qué cambiar?
¿Disfruto de ser quién soy? ¿Soy consciente de que mañana puedo no estar? Y eso me vuelve consciente del valor de la vida.
Las respuestas que aparezcan son sólo para ver nuestra vida, cómo estamos, no para juzgarnos. Siempre hablándonos con amor.
Hoy en estos tiempos de tanta convulsión y cambios creo que es necesario estar en paz, amar nuestro cuerpo y darle gracias.Me encantó esta frase que dice: “Si me preguntan si tengo buen cuerpo yo diría que sí, se enferma poco se cura rápido y no se ha roto casi nunca a pesar de todas las veces que se ha caído. Tengo un ¡cuerpazo!.