Mucha gente que concurre a la consulta de un profesional trae consigo problemas psicológicos que, en realidad, son problemas de liderazgo. Ellos no saben cómo manejar el estrés interpersonal. Los seres humanos somos seres gregarios que necesitamos relacionarnos con otros para sentirnos plenos, pero a menudo dichas interacciones son la fuente de dolores de cabeza. Entonces, ¿cómo gestionar el liderazgo en nuestra vida?
Toda persona que se precie de buen líder debe, primero, aprender a relacionarse consigo mismo, para luego poder hacerlo exitosamente con el mundo que lo rodea.
Porque nadie puede dar a otro lo que no tiene. En especial, cuando se ocupa una posición que implica tener gente a cargo a quienes guiar. Por eso, el líder tiene que crecer hasta el último día de su vida.
Una situación muy común es cuando varios líderes tienen roces entre ellos. No es otra cosa que una competencia o lucha de poder. Todos tenemos un corazón que bombea sangre a todo el cuerpo, pero este no compite con el hígado ni se pelea con el estómago. ¡Qué terrible sería si así sucediera! Nuestro cuerpo es uno y cada órgano funciona para el bien común.
Cuando en un grupo los miembros comparten “la visión”, es decir, un mismo objetivo, tal vez tendrán diferencias y surgirán discusiones, pero como se dice comúnmente, “como todos tiran para el mismo lado”, se sentarán a conversar para resolver cualquier cuestión que los afecte. Y es este un punto interesante para referirnos a cómo armar el “yo grupal”.
¿Qué debe tener un grupo para armar el yo grupal y funcionar eficazmente? El nosotros. Esto aplica tanto a una empresa, como a una familia, una pareja, una organización o un país.
Cuando hay algunos que dicen: “Esta es mi área, no te metas conmigo”, no es posible seguir la visión y siempre aparecerán problemas de división. Maquiavelo decía: “Divide y triunfarás”, pero un verdadero líder jamás divide, sino que organiza, multiplica y suma.
En todo grupo humano hay búsqueda de poder y siempre habrá personas que no son colaboradores sino opositores. Ellos acostumbran meter cizaña… hasta que son detectados y, al final, se van solos. Por eso, es tarea fundamental del líder reconocer y tratar a los que tienen su propia agenda, para consolidar fuertemente el grupo y no permitir que se divida.
Un equipo exitoso persigue una meta en común, aún cuando sus integrantes posean personalidades distintas. Algunos serán extrovertidos y proactivos; mientras que otros serán introvertidos y preferirán seguir el camino que el líder les marque. Algunos serán más sensibles que los demás. A pesar de las diferencias, un sueño en común es el pegamento que los mantiene unidos y les permite tener tolerancia y respeto frente a la diversidad.
Muchos líderes han vivido traiciones, engaños, invenciones, etc., y eso duele al principio. Pero es la mejor vacuna para que, con el tiempo, ya no duela más y lo único que importe sea la visión grande. Ese sueño que siempre se logra en equipo y trae satisfacción a todos por igual.