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Hace poco más de 10 años, Verónica Emiliano (54) había vuelto a Pueblo Illia, en el municipio de Dos de Mayo, para reclamarle una chacra a su antigua pareja. Desde entonces le perdieron el rastro. Cuatro meses después, el 23 de diciembre de 2010, el misterio llegó a su fin de la peor manera: la Policía encontró su cuerpo enterrado precisamente en la chacra que pedía a su ex que desaloje, donde el hombre habitaba desde algún tiempo con su nuevo grupo familiar.
El individuo, identificado como Esteban Rubini, de 57 años, se fugó de la escena en el mismo momento en que se iniciaba el allanamiento a la chacra. Se llevó a sus dos hijos y algo de dinero, dejando a los animales y los bienes.
Pero aparentemente Rubini era un hombre con características violentas y conflictivas, y la cosecha de malas relaciones terminó acorralándolo cuando necesitó auxilio de sus más allegados: su cuarta pareja, con quien convivió hasta días antes, facilitó a la Justicia y a la Policía los datos que permitieron encontrar el cadáver de Verónica Emiliano, y su propio hermano fue quien avisó dónde se encontraba oculto, lo que permitió que, tras tres días prófugo, fuera interceptado y abatido de un tiro durante un enfrentamiento a balazos.
A causa de un proyectil que le perforó el tórax, el asesino murió desangrado cuando era trasladado al hospital local.
Regreso mortal
Verónica Emiliano vivió gran parte de su vida en la chacra donde apareció enterrado su cadáver. En el último período mantuvo una relación conyugal con Esteban Rubini, aunque hacía algunos años que dejó esa relación y también la chacra -que era de su propiedad- y viajó a Buenos Aires a radicarse con parientes.
En un momento dado decidió recuperar su propiedad, para lo cual regresó a Pueblo Illia y fue a ver a su expareja. Pero la mujer se encontró con la negativa de Rubini, que incluso la habría amenazado de muerte si intentaba quitarle la tierra.
Verónica insistió en varias ocasiones asistiendo a la chacra y pidiendo al hombre que desaloje. Un mal día, desapareció de la faz de la tierra sin dejar rastro. El 27 de octubre de 2010, Zulema Nélida Trinidad, la prima de Verónica, se acercó a la Comisaría de la Mujer con jurisdicción sobre Dos de Mayo y contó que desde hacía dos meses no tenía noticias de Verónica.
La mujer temía lo peor: creía que su prima había sido asesinada por su ex pareja.
En principio, la Policía no tomó la ausencia de Verónica como un signo de alarma, porque ella era de pasar muchos días sin comunicarse con sus allegados cuando viajaba a Misiones.
Sin embargo, el 12 de noviembre, una vecina de Pueblo Illia, se presentó en la comisaría con una carpeta que en su interior tenía la documentación personal que Verónica había dejado en su casa. “Me dijo que la iba a pasar a buscar en unos días y jamás regresó”, declaró la mujer en la seccional.
Esto sorprendió a los oficiales, que comenzaron la investigación. Más tarde, el 7 de diciembre, coincidieron en
señalar que Verónica había entrado a la casa de su antigua pareja pero nadie la vio salir. Con los nuevos testimonios, se ordenó un allanamiento en la vivienda de Rubini y un operativo de rastrillaje en el Salto Pereira, a 200 metros de la chacra en disputa.
Los investigadores no hallaron nada relevante, pero finalmente el 23 de diciembre, en otro allanamiento, se concretó la sospecha. El cuerpo fue hallado en el lecho del arroyo Pereira, en un embalse preparado para
elevar el nivel del agua y que éste lo tapara por completo.
El cadáver estaba en el interior de una pequeña gruta, formada debajo del agua por la acción de la corriente contra la pared de tierra, que Rubini habría tapado con piedras después de depositar el cuerpo envuelto en una ponchada.
Lo delató la nueva pareja…
Acaso lo más llamativo es que, según fuentes de la investigación, la nueva pareja de Rubini, el principal sospechoso de la causa, fue vital para el hallazgo del cuerpo de Verónica Emiliano. Al parecer, la mujer se quebró y dio indicios fundamentales para encontrar a la víctima.
Aparentemente, no indicó el lugar preciso donde estaba el cadáver, pero manifestó que el hombre lo habría lanzado a las aguas del arroyo Pereira.
… Y lo “entregó” su hermano
El capítulo final se produjo en la noche del 27 de diciembre, siempre de 2010, cuando Rubini fue abatido en un enfrentamiento con los efectivos que lo buscaban desde cuatro días antes. Aparentemente el prófugo estaba oculto en una zona de monte, sin salir del término municipal de Dos de Mayo, y cuando le pidió dinero a su hermano, éste optó por llamar a la Policía y contar dónde se escondía.
El jueves anterior, Rubini había huido de la chacra que habitaba con una mujer de 25 años y dos hijos de una de sus anteriores parejas. Lo hizo llevando a los dos chicos, pero éstos fueron hallados por la Policía en un malezal. Al parecer, estaban esperando que su padre pase a buscarlos.
Rubini murió solo. Su “raid” consistió en merodear a pie las zonas rurales y boscosas en las afueras de Dos de Mayo. De acuerdo a la reconstrucción que realizó la Policía local en su momento, se estableció que estuvo entre el jueves y el viernes oculto en la misma chacra donde vivía y en las inmediaciones, un predio rodeado de montes y campos en Pueblo Illia.
El sábado, cuando todo el mundo festejaba la Navidad, decidió emprender camino y salió del monte para dirigirse a la casa de un tío, que vive solo a más de veinte kilómetros de distancia, en una zona boscosa de difícil acceso, muy aislada, especial para ocultarse y no ser visto por mucho tiempo.
Pero en su camino, por senderos de tierra a plena luz del día, fue visto por varios vecinos que lo cruzaron y notaron que el hombre se ocultaba ante su presencia y que proseguía su marcha cuando creía que ya no lo veían. Así fue que durante el sábado fue visto caminando en varias oportunidades con un bolso grande en el hombro, donde creen que llevaba un rifle y una escopeta.
El domingo a las 5 arribó a la casa de su tío, un hombre de 84 años que hacía tiempo no tenía contacto con el prófugo. A fuerza de amenazas, Rubini lo obligó a dirigirse a la vivienda del hermano a pedirle dinero prestado para poder escaparse en dirección a Oberá, según dijo, aunque en realidad se cree que las intenciones eran darse a la fuga hacia Brasil.
El anciano, a pesar de su edad, caminó los más de veinte kilómetros que lo separaban de la vivienda de su otro sobrino, hermano de Rubini, y llegó a contar lo que le estaba ocurriendo. Inmediatamente dieron aviso a la comisaría de Dos de Mayo.
El final
Entrada la tarde, ocho policías arribaron al lugar indicado. Con extrema precaución requisaron el sitio, pero no hallaron al prófugo. Sabían que estaba dispuesto a todo, porque se lo había hecho saber a sus familiares: “No me atraparán con vida”, fue el mensaje que les hizo llegar.
Luego de requisar la precaria morada, los ocho policías se distribuyeron por los alrededores para inspeccionar la zona. Había indicios de que hasta hacía minutos estuvo en el lugar. Un oficial y dos agentes cubrieron el frente de la vivienda, mientras el resto se dirigió a los costados y la parte posterior.
Al parecer, Rubini salió de la casa en el mismo momento en que los ocho policías ingresaban, porque no pudo ir muy lejos: estaba oculto en el malezal a escasos diez metros.
En determinado momento, cuando ya se encontraba rodeado, aunque todavía no se habían percatado de su presencia, Rubini se levantó del malezal y -sin mediar palabras- efectuó un disparo en dirección al oficial. La bala le rozó la cabeza. Inmediatamente los tres policías que habían cubierto el frente se arrojaron al suelo y desde ahí realizaron alrededor de diez disparos.
Un proyectil le perforó el hombro al prófugo y lo dejó tendido. La bala entró por el tórax y salió por la espalda. A pesar de no causar ningún daño a órganos vitales, la herida provocó una hemorragia que no se detuvo y se llevó su vida: murió cuando era llevado al hospital.
En su poder tenía una escopeta calibre 36, que podría ser el arma que mató a Emiliano, y un rifle.