Cuando se conocían oficialmente entre 30 y 36 casos diarios y se creía un récord en 24 horas, ayer aparecieron 46 contagiados en un día y otro fallecido en la ciudad de Eldorado.
El Estado en cualquiera de sus estamentos viene transmitiendo mensajes respecto al cuidado que deben tener los misioneros o los argentinos en general, respecto a evitar la transmisión del coronavirus.
Sin embargo, las multitudinarias fiestas que los propios municipios (como Aristóbulo del Valle o Jardín América) organizaron por la Navidad en avenidas y plazas, muestran una gran contradicción respecto a la pretensión de evitar un colapso en el sistema sanitario y, sin dudas, más muertes.
La finalidad era evitar las fiestas clandestinas, las juntadas en casas (en especial en lugares cerrados). El objetivo era loable.
Sin embargo, falló el operativo de control en el lugar indicado para los festejos: con una ley de uso obligatorio de barbijo y un DNU de distanciamiento social obligatorio, ninguna de las dos normas se respetó. ¿Hacerlo iba a opacar el festejo? En absoluto.
Al contrario, iba a demostrar el compromiso social que se necesita para achicar esta curva ascendente de casos que tenemos en la tierra colorada.
Ya conocemos lo rápido que circula el virus. Ya sabemos, por una fiesta entre estudiantes por el fin de curso, que deja no solo muchos contagiados sino familias aisladas que necesitan trabajar.
Sin embargo, una noche de diversión parece hacer olvidarnos que seguimos en emergencia sanitaria y epidemiológica (¿lo estamos?). Especialmente a quienes tienen una responsabilidad que va mucho más allá que la diversión de los jóvenes en Navidad y Año Nuevo.
Solo vamos sumando errores. Esperemos que no nos cuesten caro a futuro.