Meses atrás, cuando el Banco Mundial publicó sus proyecciones económicas globales, la duda que subyacía era si sería posible desarrollar una vacuna contra un virus nuevo en menos de un año.
Pues en seis meses el mundo científico dio sobradas muestras de sus avances en la materia y hoy existen varias inmunizaciones aprobadas por las autoridades sanitarias de varios países.
Pero la crisis no se acaba con el surgimiento de una vacuna. El problema que se presenta ahora es el ritmo con el que las autoridades sanitarias y gubernamentales se manejan para administrar el fármaco.
Porque a todos les queda claro que su velocidad será directamente proporcional a la recuperación del terreno perdido.
Cuanto más se demore, más agónica será la reactivación de un mundo que se mantuvo en silencio por meses.
Mientras tanto, cuando en muchos países aún se debate qué vacuna emplear, qué sector de la población inocular y en qué momento, las siguientes olas del virus arrecian en el horizonte empujando a las sociedades a nuevos encierros.