Tan importante como poner nuestros sentimientos en palabras es aprender a callar para poder escuchar. Escuchar es un acto de amor, de apertura, es la intención de entender la perspectiva del otro aunque pueda ser muy diferente a la nuestra. Muchas veces queremos ayudar, creemos saber qué es lo mejor para el otro y nos apresuramos a hablar sin antes escuchar lo que tenía para decirnos, lo que nos quería contar y cómo lo hacía.
Escuchar es maravilloso porque tiene muchos canales, por un lado están las palabras, por otro, hay todo un mensaje sin palabras que también podemos “escuchar” si nos detenemos y es la forma en como nos cuentan, las palabras que eligen al hacerlo, los tonos de voz y el énfasis en algunas ideas, si la voz se quiebra, si de golpe se produce un silencio, si hay suspiros en medio, infinitos mensajes en uno solo.
Muchas veces cuando se acercan a hablarnos sólo necesitan nuestro oído atento, nuestro corazón lleno de empatía para poder expresarse, dejar salir todo lo que hay dentro, cosas que quizás no habían dicho antes y decirlas es una manera de aliviar y de verlas más claras por el solo hecho de contarlas y al sentir que los hemos escuchado, percibieron nuestro amor y nuestro apoyo sin que nosotros lo hayamos dicho.
Escuchar es también tratar de ponernos en el lugar de la persona que nos está hablando, en las circunstancias que la afectan, sin apresurarnos a dar nuestra opinión o pensar qué haríamos nosotros, es solo abrirnos como antenas todo el tiempo que la otra persona nos hable para poder captar todo lo que nos dice con sus palabras, gestos, miradas, tono de voz, pausas y silencios.
Escuchar es un acto de respeto y de entrega donde el ego queda callado, no tenemos todas las respuestas, no pasamos por esa misma situación ni somos esa persona.
Escuchar también es un acto de valor, porque no sabemos si lo que nos van a decir será de nuestro agrado o nos lastimará, como expresa Winston Churchill: “Se necesita coraje para pararse y hablar. Pero mucho más para sentarse y escuchar”.
Escuchar es la mejor forma de aprender y es darle la oportunidad al otro de abrirse y hablar con sinceridad. Entre más escuchado se siente, más es el impulso a hablar y de esta manera, podemos comprender mejor su situación, su punto de vista y si nos pide nuestra opinión al respecto, ya con esa información podremos dar una palabra más acertada.
Escuchar es presenciar un momento mágico, es el exacto segundo en que la otra persona sintió el deseo de abrir su corazón y contarnos algo importante, ese instante es único como las oportunidades, si lo perdemos no regresa, quizás surjan otras ocasiones pero esa situación especial no se repite de la misma manera.
A todos nos gusta sentir que nos escuchan atentamente cuando hablamos y la forma más segura y rápida de lograrlo es que seamos nosotros quienes escuchemos primero a la otra persona. Nuestra actitud de escucha activa además de impulsar al otro a abrirse y hablar con sinceridad, lo predispone a devolver ese gesto escuchando él luego activamente.
Escuchar es un ejercicio que requiere práctica y paciencia, más en el mundo de hoy donde todos parecen correr para llegar a algún lugar y no hay tiempo para nada.
Escuchar atentamente nos permite encontrar la emoción más intensa escondida en palabras o gestos y nos vuelve cómplices del secreto que encierran, une a las personas porque las conecta y esa conexión es para siempre.