“Señor, permíteme escribir un renglón en la historia de la tierra que vio nacer a mis papás”. Es la oración que la intérprete de Lengua de Señas, Lilia Rodríguez, efectuó al subir a un estrado, de visita a Misiones, para cumplir con su tarea, a pedido de un allegado. Quien se considera “nada más que la cara visible de una lucha” y que, por estos días, ocupa importantes cargos en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, de la UNaM, residía por aquel entonces en Buenos Aires, donde llegó al mundo, y había venido a la tierra colorada de vacaciones cuando efectuó esa plegaria.
“Esto es mi vida, y es la respuesta a una oración que hice inocentemente, que creo que fue el derrotero que marcó mis pasos acá en Misiones”, resumió. Hace varios años se estableció aquí, lugar desde el que se empeña en abrir caminos en pos del bienestar de los sordos que, de acuerdo a las estadísticas, llegan a unos seis mil en toda la provincia. Además de intérprete de Lengua de Señas, Rodríguez es directora de la carrera de Intérprete Universitario en Lengua de Señas Argentina-Español; coordinadora del Área de Idiomas, y directora del Programa de Conocimiento de Lengua de Señas y Cultura Sorda de la Secretaría de Extensión de la misma Facultad de Humanidades.
Con tanta preparación a cuestas, entiende que para ser intérprete “hay que tener compromiso social, porque es una carrera totalmente empática, como el trabajo social. Es necesario que te guste modificar realidades adversas, conocimiento de lengua de señas y tener interés genuino en el otro. Después, la formación se va ocupando porque en la carrera se cursa lengua de señas durante los tres años. También tienen interpretación teórica, técnica y práctica; derecho; deontología; lengua española; lingüística del español; lingüística de la lengua de señas; psicología, y antropología, que los va formando para el campo”, explicó.
Había transcurrido poco tiempo de su llegada cuando participó de un concurso en la Facultad de Humanidades, lo que lo llevó a quedarse a cargo de una cátedra de la carrera de Educación Especial. Empezó a presentar proyectos hacia la comunidad, de investigación, se aprobó un proyecto de capacitación desde la Secretaría de Extensión. Consistía en un programa de conocimiento de Lengua de Señas Argentina y Cultura Sorda, que se comenzó a dictar allá por 2009.
“Gané el concurso al poco tiempo de haber venido de Buenos Aires. Sin conocer a nadie, me entero, me presento, lo obtengo e ingreso a esa casa de estudios a trabajar como docente. A partir de la demanda existente en Misiones y en otras provincias de la región, es que pienso crear la carrera para lograr que haya intérpretes profesionales formados en la academia. La idea era que no fueran más cursos, que no nos manejemos más con la idoneidad”, narró. Si bien está muy agradecida a quienes hicieron los cursos y se comprometieron con la problemática, “me parecía que esa problemática requería un grado más de compromiso, de formación, de construcción de aprendizaje, práctica, conocimiento”, agregó.
Fue entonces que se presentó el proyecto de la carrera. “Pasó por todas las instancias de aprobación que son muchas, hasta que llegó al Ministerio de Educación de la Nación, y con pronósticos desfavorables porque justo hubo cambio de gobierno. Igualmente, la carrera fue aprobada con una observación que era impecable. Estoy feliz y orgullosa de lo que se logró. Entre el tiempo de investigación, la escritura y consulta con otras carreras del país –somos la cuarta-, me llevó tres años. Después de las revisiones, se aprobó en 2017, y en 2018 se abrió la primera cohorte. Es una carrera corta de donde egresan como intérpretes universitarios en Lengua de Señas Argentina”, aclaró.
Al referirse a la idea de seguir esta carrera, Rodríguez manifestó que “siempre hago el chiste a los estudiantes, que estudié lengua de señas cuando aún no existían los sordos. Es que todo el mundo me decía: para qué vas a estudiar eso si no hay sordos. Parecía que nadie conocía sordo alguno entre amigos, ni familiares, ni compañeros de trabajo”. Resulta que todos “me hacían ese comentario. Pero resulta que cuando empecé a estudiar, empezaron a aparecer los sordos. Los sordos siempre estuvieron, pasa que no había gente preparada”, recordó entre risas quien hizo su formación en el Instituto de Lengua de Señas Argentinas (ILSA) donde la directora era hija de padres sordos.
“Su papá era presidente de la Confederación Argentina de Sordos (CAS), y ella empezó a formar intérpretes. Éramos muy pocos. Recién se empezaba a visibilizar la lengua de señas, los sordos. Mis prácticas las hice en una escuela secundaria para sordos, donde también iban oyentes, y nosotros estábamos ahí interpretando a los estudiantes sordos”, contó. Tras recibirse, y con un grupo de personas de distintas partes del país, fundaron la una asociación de Asistencia al Sordo y su entorno familiar, lo que le permitió viajar por todo el país, hablando de lengua de señas y la cultura sorda, dar charlas en escuelas, visitar asociaciones, representar a la Argentina en otros países. “Conocí todo el país porque me encargué de viajar a cada una de las provincias a hablar de la lengua de señas, la cultura sorda, y la importancia que haya lengua de señas y referentes sordos en las escuelas donde había sordos. Viaje por otros países representando a la argentina con el trabajo que estábamos haciendo con la asociación”, contó orgullosa.´
La fruta cerca del árbol…
El papá de Rodríguez, Raimundo, nació en Santo Pipó y su mamá, Lilia, como ella, en Oberá. Tuvieron tres hijos y se fueron a vivir a Buenos Aires. La menor nació en San Telmo y casi todos los veranos venía de vacaciones junto a la pareja “porque era la más chica”.
Durante una de esas estadías, ya convertida en profesional, “me invitaron a interpretar en un evento donde había muchísimos jóvenes – mis primos estaban acá y conocían mi trabajo- y cuando subo al estrado a interpretar hice una oración: “Señor, permitirme escribir un renglón en la historia de la tierra que vio nacer a mis papás”. Y, al poco tiempo, sin muchos preámbulos, se estableció en Posadas. “Esas cosas que solo Dios hace”, alegó, tratando de buscar una explicación. Trabajaba como secretaria ejecutiva en una empresa muy prestigiosa, que nada tenía que ver con su profesión pero “vine de vacaciones y dije: me quiero quedar”.
En un mes hizo la mudanza junto a su familia (esposo Rubén e hijos: Augusto, Jair y Dámaris; a quienes se agregó su nieto Juan Martín, y Constanza que viene en camino) y a los pocos días “me invitaron a acompañar a unos chicos a la escuela de sordos porque iba a realizarse un festival. En ese lugar me encuentro con un sordo de Misiones del que yo era intérprete en Buenos Aires en la escuela secundaria de la que hablé más arriba, adonde iban sordos de todo el país porque era la única que tenía accesibilidad. La persona que acompañaba al joven era Edith Moroni, una profesora de la Facultad de Humanidades, que fue quien incorporó la lengua de señas en ese ámbito.
En el trayecto que hicieron de Posadas a Oberá, ella le insistía que yo no era oyente, sino que era sorda. Él le contestaba: era mi intérprete. Hasta que la colega consiguió mi teléfono, me llamó y al contestar dijo: ah, eras oyente, tenía razón Sebastián. No le creía por cómo manejas la lengua de señas cómo te vi interactuar con los sordos”, rememoró quien desde hace 30 años forma parte de este mundo. “Esto es mi vida, y es la respuesta a una oración que hice inocentemente, que creo que fue el derrotero que marcó mis pasos acá en Misiones”, alegó, emocionada por las repercusiones y los resultados.
Sostuvo que se trata de una tarea “muy difícil porque por ahí una se expone. Soy la cara visible de una lucha, de una militancia, en beneficio de la comunidad sorda. Es necesario ser un puente de comunicación y crear puentes en la comunicación, que todo sea accesible a los sordos. La meta está en que los espacios de salud tengan intérpretes al igual que las escuelas secundarias. Hablo de Posadas, porque los chicos que se van a recibir son de acá, así que es largo el camino que nos toca recorrer”, resumió.
Adelantó que “estamos dando clases en la localidad de San Pedro -allí se dicta la extensión áulica de la Facultad de Humanidades con la carrera de Intérprete de Lengua de Señas, mediante un convenio con Vicegobernación de Misiones-, entonces es ahí donde albergo una esperanza porque son chicos provenientes de 2 de Mayo, Bernardo de Irigoyen, San Pedro, Eldorado, por lo menos habrá uno en cada localidad. A los estudiantes siempre les digo, que son punta de lanza en todo lo que hagan. Por eso son tan importantes los proyectos que presenten, el compromiso con que asuman la profesión”.
Admitió que a los sordos les resulta muy difícil la convivencia diaria. Por ejemplo, “Cuando vienen a hacer un reclamo a Defensa del Consumidor, un lugar al que van mal predispuestos porque si acude ahí es porque agotó todas las instancias y ya está cansado. Cómo hacer que lo atiendan, lo escuchen, le resuelvan el problema. El empleado que lo atiende debe ser empático, pero las personas que lo reciben no tienen por qué saber lengua de señas, pero sería bueno que haya alguien que los atienda, teniendo en cuenta que son más de cinco mil en toda la provincia”.
Lamentó una situación por la que debió pasar una paciente, de acuerdo a lo relatado por uno de los sordos allegados. Comentó que una amiga fue al hospital con un problema ginecológico y el profesional médico le recetó óvulos. “Salió de consultorio, los compró y los tomó uno a uno, y volvió al hospital con problemas hepáticos, y fue recién en ese momento donde le explicaron la manera de utilizarlos. Sucede que algunos sordos no saben leer, y si lo hacen, es básico, y no llegan a una comprensión completa del español escrito. Si hay una lengua, pero si no tiene un puente, un receptor, quedan ahí, en la nada. Es por eso que hay que luchar para que haya secundarias con intérprete”.
Presentes y activos
Los estudiantes de la carrera presentaron diferentes proyectos. Entre las numerosas actividades que realizaron, hace poco, formaron parte de la Feria de Emprendedoras y es la primera vez que participaron mujeres sordas porque pudieron tener accesibilidad en la comunicación. “Eso fue genial. Fue muy emocionante percibir la alegría que tenían. Son unas verdaderas artistas y las tenían medio guardadas, vendiendo solamente a la gente conocida.
Ahora pudieron exponer públicamente porque tenían acceso a la comunicación. Eso fue muy emocionante. Cerrar el año con eso fue muy lindo”, celebró. A raíz de un proyecto de intervención social presentado por los alumnos, que llevó mucho tiempo y trabajo, se capacitó al personal de Casa de Gobierno. La Secretaría de Extensión de la Facultad de Humanidades avaló y se presentó al organismo. “A su titular, le encantó la idea, y se dictó un curso intensivo de Lengua de Señas vía Zoom, y se entregaron certificados a los participantes”.
La carrera también hizo un flashmob, que es una intervención social colectiva pacífica. El año pasado, “hicimos visible la necesidad de la lengua de señas a partir de una canción cantada en lengua de señas, marchando por distintas calles de Posadas, cerrando ante la Cámara de Diputados”.