Este miércoles se cumplen 99 años del nacimiento del cantor de tangos Roberto Goyeneche, quien junto con Edmundo Rivero marcó el final de una dinastía.
Nacido el 29 de enero de 1926 en el barrio porteño de Saavedra, encontró su vocación por la música popular a muy corta edad. Si bien era “cantor” sin formación académica, se presentó en un certamen de voces en el Club Federal Argentino en 1944. Debutó en Radio Belgrano y grabó su primer tema, “Celedonio”, en 1948.
A los 18 años, con registro vocal de barítono, pasó a formar parte de la orquesta de Raúl Kaplún, alternando esta labor con la de colectivero. Más adelante trabajaría como taxista y también mecánico.
Al presentarlo a la orquesta de Horacio Salgán, Ángel Díaz lo bautizó como “el Polaco”, por sus rasgos rubios, poco habituales en ese ambiente y probablemente producto de sus orígenes vascos.
Con dicha orquesta grabó diez temas, entre ellos, su primer gran éxito, “Alma de loca”.
Atilio Stampone, músico y compositor, afirmaba que “El Polaco es la antítesis de Gardel”, porque con su parafraseo de las letras, le descubrió al gran público las historias que contaban las canciones con su particular manera de narrar.
A los 30 años pasó a formar parte de la orquesta de Aníbal Troilo, con la que pasa alrededor de siete años. Troilo, al ver su potencial, le aconsejó que siguiera su carrera en solitario. Es justamente cuando decide continuar como solista que define su estilo.
Horacio Salas, en su magnífico libro “El tango”, cita una nota de Hipólito Paz publicada en septiembre de 1968 en la revista Confirmado, y que significó el espaldarazo del cantor: “Todos los ídolos han sido, alguna vez, el invento de un grupo de iniciados; lo que ahora es Goyeneche. Tarde o temprano ganará la calle y se hará, para bien o para mal, un mito para todos“.
Sin duda, una frase premonitoria: el “Polaco” –fallecido el 27 de agosto de 1994, víctima de una neumonía– es uno de los intérpretes del tango más valorados universalmente hasta hoy.