Desde chico, a Ángel María Olivera (38) le gustaba jugar a confeccionar y diseñar ropas. Preparaba atuendos para las muñecas y de esa manera, se pasaba entretenido por horas. A partir de los ocho años estudió piano, teoría y solfeo, en un instituto privado, y a los 17, se recibió de profesor de música, profesión que nunca ejerció “porque era cada vez más fuerte mi vocación por la moda y el diseño”.
Confió que diseñaba atuendos para sus amigas, también para él, pero “como no sabía coser, mandaba a confeccionar con una modista, hasta que un día seguí mis instintos y mi don, y comencé a realizar la moldería y a confeccionar solo”.
Al principio “no quería dedicarme al mundo del diseño y la confección ya que vengo de San Javier, un pueblo chico, y pensaba que no podría explotar este don que cada año iba creciendo a pasos agigantados”.
Recordó que su amiga Noelia, que en ese entonces vivía en Buenos Aires, se casaba, y le encomendó el traje de novia. “Tenía mucho miedo ya que nunca había confeccionado atuendos de tanta magnitud y perfección. Pero ella confió en mí. Saqué las medidas y comencé a realizarlo sin poder probar porque ella había vuelto a Buenos Aires. Regresó una semana antes de la boda, le probé y quedó perfecto, sin tener que hacer algún tipo de ajustes. En ese momento me di cuenta que era lo mío”, admitió el joven.
En ese entonces, conoció a Adriana Mayol, “una de las mejores artistas y diseñadoras de alta costura que tuvo Misiones. “Con ella trabajé durante cinco años, hasta el día de su muerte. Traté de absorber toda su sabiduría y experiencia. Gracias a ella me hice conocer en Posadas”.
De chico participó en los carnavales de San Javier. Como hobby comenzó a diseñar los trajes para la comparsa Imperial Samba Show hasta que se transformó en otra tarea, por muchos años.
“Mi trabajo fue creciendo y desde la comparsa Maringá, de Concepción de la Sierra, me contrataron para trabajar con ellos. Allí me dediqué al diseño de todos los vestuarios, trajes de reinas, además de la dirección artística”.
A lo que agregó: “Luego me fui expandiendo y me contrataron para realizar trajes de carnaval en Corrientes, Paraguay y Uruguayana (Brasil). Después de años trabajando con Maringá, decidí volver a mis raíces, para vincularme a la comparsa Caprichosos do Samba, de La Dulce, donde soy diseñador y confeccionista de alegorías”.