A esto se lo denomina “hijo parentalizado” y es aquel que viene a ocupar el lugar del esposo o la esposa. Ese hijo ocupa el lugar de su papá o de su mamá que por alguna razón no está presente. Ya sea porque se murió o es pasivo o está excluido del sistema familiar.
Este hijo (nos referiremos a la versión masculina, pero ocurre en ambos sexos) ahora ocupa un lugar preponderante al lado de la mamá y la aconseja. En realidad, funcionan como hermanos, mientras el otro miembro de la pareja está ausente física o emocionalmente.
Esto ocurre muy frecuentemente cuando hay una separación y el hijo ocupa el lugar del papá. Una madre o un padre jamás debería usar la frase: “Ahora vos sos el hombre de la casa”, algo que era moneda corriente en el pasado cuando por ejemplo, el padre tenía que ausentarse por trabajo.
Otra idea errónea es que cuando no está papá, la mujer “hace de mamá y de papá”. No, mamá es mamá. Si no hay papá podemos darle ese lugar a un abuelo o un tío. Los adultos debemos cuidar a los niños porque un hijo parentalizado deja de ser hijo y pierde su infancia y adolescencia para pasar a adoptar un rol que no le corresponde. Muchas veces de cuidado hacia su mamá y sus hermanitos menores. Esto es muy común también cuando la madre es muy mayor o está enferma y el padre desapareció de escena.
¿Por qué ocurre que en algunas separaciones, el hombre “se borra”: da vuelta la página y se olvida de los hijos?
Por lo general es porque siente que dio de más. Entonces como cree que tiene saldo a favor recurre a un mecanismo inconsciente y muy feo, que se conoce como “negación”. La persona piensa: “Listo, no los veo más. Armo mi nueva pareja y familia y me olvido de mi ex y mis hijos”.
Pero lo cierto es que un adulto jamás se separa de sus hijos. Si hicimos terapia, si buscamos ayuda y a pesar de ello, la pareja conyugal no funcionó, perdimos el ideal de pareja. Entonces, elaboramos el duelo y seguimos adelante separados de nuestra pareja, ¡pero jamás de nuestros hijos! Ellos no deben quedar triangulados y ser parte de las peleas de sus padres, ni pasar a estar parentalizados como ya explicamos.
Nuestros hijos son nuestros hijos y la única tarea de ellos, mientras son pequeños, es jugar.
Los padres, como personas adultas que somos que un día elegimos traer hijos al mundo tenemos la responsabilidad de velar por la salud de ellos tanto física como emocional y espiritual. Para ello es fundamental en especial en estos tiempos de crisis mundial que atravesamos, fortalecernos y cuidar también nuestra propia salud del cuerpo y de la mente (sobre todo), para afrontar los desafíos que se nos presentan a diario.