El escritor y filósofo Umberto Eco, conocido mundialmente por su novela “El nombre de la rosa”, falleció en su casa de Milán el 20 de febrero de 2016, aquejado de un cáncer.
Nacido el 5 de enero de 1932 en Alessandria (norte de Italia), Eco estudió filosofía en la Universidad de Turín y consagró su tesis al “problema estética en Tomás de Aquino”.
Cuando se acercaba a los 50 años, publicó su primera novela, en 1980: “El nombre de la rosa”, de la que se vendieron millones de ejemplares y fue traducida a 43 idiomas.
Además, el director francés Jean-Jacques Annaud la llevó al cine con Sean Connery en el papel del franciscano Guillermo de Baskerville, exinquisidor encargado de resolver la sospechosa muerte de un monje en una abadía del norte de Italia.
“Visitamos un montón de monasterios juntos, tenía una energía increíble”, contó en su momento Annaud, quien destacó que para la película “me dejó total libertad”.
Se cuenta que el apellido de Eco responde a las iniciales de la expresión latina “ex caelis oblatus”, que significa “regalo del cielo”, y que le fue dada por un funcionario a su abuelo.
“Umberto Eco ha sido una presencia importante en la vida cultural italiana de los últimos 50 años”, según el diario Il Corriere della Sera.
La escritura, un sueño de niños
Políglota, Eco dio clases en varias universidades, sobre todo en Bolonia (norte), donde ocupó la cátedra de Semiótica hasta octubre de 2007, año de su jubilación. También tocaba el clarinete.
Eco explicaba que llegó tarde a la ficción por “considerar la escritura novelesca un juego de niños que no tomaba en serio”.
Después de “El nombre de la rosa”, ofreció a sus lectores “El péndulo de Foucault” (1988), “La isla del día de antes” (1994), “La misteriosa llama de la Reina Loana” (2004) y “El cementerio de Praga” (2010).
Su última novela, “Número cero”, publicada en 2014, es un relato policial contemporáneo centrado en el mundo de la prensa.
También escribió decenas de ensayos sobre temas tan dispares como estética medieval, la poética de Joyce, la memoria vegetal, James Bond, la historia de la belleza o de la fealdad.
“Lo bello se sitúa dentro de ciertos límites mientras que lo feo es infinito, por lo tanto más complejo, más variado, más divertido”, explicaba en una entrevista en 2007, y añadía que “siempre me inspiraron afecto los monstruos”.
Hombre de izquierdas, Eco escribía regularmente en el semanario L’Espresso, y tenía una mirada muy crítica sobre la sociedad moderna. “Las redes sociales han dado la palabra a legiones de imbéciles que antes sólo hablaban en el bar, con un vaso de vino encima y no causaban ningún daño al colectivo, mientras que hoy tienen el mismo derecho a la palabra que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”, declaró.
El diario británico The Guardian elogió a Eco como “uno de los nombres literarios más venerados del mundo”.