Para poder hacer el curso de ingreso online de la facultad, Selene Schulz cada día debe no sólo tomar su mochila, sino también la bicicleta que la ayudará a recorrer los siete kilómetros que separan su casa de una conexión WiFi de Internet. Y lo hace en pleno mediodía, bajo el sol ardiente de la siesta misionera, porque su cursillo comienza a las 13 en punto de lunes a jueves y a las 14 los viernes.
Además, al terminar el cursillo debe guardar energías porque aún le queda desandar los siete kilómetros que la llevarán de regreso a su casa. “Sí, tengo buen estado físico”, admitió la joven en diálogo con PRIMERA EDICIÓN.
Así será la cursada virtual para Selene, de 19 años, que vive en el kilómetro 10 de El Alcázar y que comenzó el curso de ingreso para la Universidad Nacional del Alto Uruguay (UNAU), en su locación de San Vicente.
“Un abono fijo me alcanza para una sola clase”
“Donde vivo, no llega el WiFi y es imposible manejarse con datos porque es muy caro. Averigüé con un abono fijo de 800 pesos pero apenas me alcanza para una sola clase”, contó.
Por eso, para poder hacer el cursillo de la facultad se va en bicicleta hasta el centro de El Alcázar, donde viven dos de sus hermanos mayores, y se conecta desde ahí.
“Cuando empiecen las clases, si seguimos en forma virtual, deberé recorrer estos 14 kilómetros todos los días en bicicleta”, explicó. Cuando la Universidad Nacional del Alto Uruguay (UNAU) retome las clases presenciales, deberá mudarse a San Vicente donde se dicta la tecnicatura universitaria que eligió.
“Me apoyan mucho para que estudie”
Selene es la más menor de cinco hermanos y la única que todavía vive en la casa materna. “Mi mamá es maestra y papá era agricultor, yo hice la secundaria en la EFA y por eso elegí seguir estudiando producción agropecuaria”, contó la joven.
“Mi mamá y toda mi familia me alientan mucho para que estudie, que no me desanime por esta situación de la pandemia. Me dicen que todas estas dificultades se darán al principio nomás y que después será más fácil”, confió.
Como todos los alumnos, Selene tuvo todo un año para adaptarse a la modalidad de enseñanza- aprendizaje virtual pues también en la Escuela de la Familia Agrícola (EFA) cursó el último año del secundario en modo virtual. “Ahí no tenía la dificultad actual del WiFi porque no usábamos zoom sino que los profesores grababan videos y nos mandaban por grupo de WhatsApp, que no requiere tantos datos”.