En “¿Quién se ha llevado tu queso?” finalmente y habiéndose comido el queso, un hombrecito se arriesgó al laberinto con las zapatillas puestas y en actitud de encontrar lo que ya no se trataba de una reserva sino de mantenerse alimentado para sobrevivir.
Si faltan habilidades para negociar con el que nos está coartando el crecimiento tan esperado, como el reconocimiento tan soñado se visibilizan dos opciones: capacitarnos e iniciar el armado del propio proyecto y bien encumbrado, -sabiendo que para poner los pies en la tierra, siempre hay tiempo, ya que ningún objetivo es imposible o migrar independientemente para dejar la toxicidad donde muchos en su entorno no se atreven a cuestionarla. Esto lo hacen por debilidad, temor o necesidad de admirar popularmente a quien en verdad ocupa el estrado de nuestro propio sueño y donde en verdad nadie te compartirá su queso.
Cuestionarnos el mensaje mentiroso de un conductor que “todos podremos ganar” es un buen interrogante para reñir, para probar nuestras propias fuerzas y largarnos al ruedo.
Sabemos que siempre la copa o el primer puesto es sólo para uno. Si esto lo tenemos bien claro al momento de participar de un concurso, aún cuando gane el mediocre -a nuestro criterio, el que no tiene habilidades para “ganarme”-, continuamos la carrera porque si se trata de un fracaso personal eso mismo nos fortalece, para continuar con nuestra individual búsqueda: ayudar a otros, servir al más débil, divertirnos o estar cerca de los que ganan y son celebrities.