El 3 de marzo de 2020, semanas después de subestimar los riesgos reales de la pandemia, el entonces ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, anunciaba el primer caso de coronavirus en el país.
Se trataba de un empresario porteño de 43 años que había regresado al país en un vuelo desde Europa, tras haber pasado por Hungría y por el gran foco de la enfermedad en aquel entonces: Italia.
Desde entonces Argentina, que ya estaba acostumbrada a un andar irregular durante los últimos lustros, se puso completamente de cabeza… y sigue así.
La situación hoy, un año después de aquellas fatídicas fechas es compleja y el horizonte por delante intrigante y complicado.
Sanitariamente hablando, hoy la pandemia deja tras de sí una estela lúgubre con más de 52.000 muertes en todo el país y con más de 2.100.000 casos positivos registrados a la fecha.
La campaña de vacunación dista mucho de lo esperado y lo anunciado. De hecho a fines de febrero y de acuerdo a lo anunciado por el Poder Ejecutivo, al país debían haber llegado 20 millones de vacunas, pero la realidad es que no habían llegado ni siquiera dos millones.
Políticamente el panorama tampoco es alentador. Producto de un escándalo miserable que deja desnuda, una vez más, a la clase política argentina, debió dimitir nada menos que el ministro de Salud de la Nación en medio de una crisis sanitaria casi sin precedentes. La elíptica defensa que hace el Poder Ejecutivo sobre su desempeño en este nuevo capítulo -de una interminable zaga de irregularidades- intentando zanjar el problema, no hace más que demostrar que no ve más allá del día a día.
En lo económico Argentina se encuentra hoy inmersa en una grave crisis, con índices de pobreza por encima del 44% y el peso depreciado. Los problemas locales van en sintonía con los del resto del mundo, pero la realidad marca que Argentina está peor. Durante 2020 el PBI tuvo una caída del 10%, la mayor entre los países del G20 y apenas por debajo que la registrada durante la crisis del corralito.
Hay quien afirma que crisis es también oportunidad y que a veces hace falta tocar fondo para tomar impulso, pero para que ello ocurra hace falta perspectiva y admitir que quizás se cometieron errores no forzados que contribuyeron a aumentar el volumen de la crisis.