Ojos vivaces, una sonrisa permanente y enorme (más enorme aún que su enorme bigote), una carcajada espontánea tras cada frase y el humor inteligente que supo cultivar desde chico en su barrio, Villa Santa Rita. Así lo recuerdan quienes conocieron a ese pequeño gran hombre que fue Jorge Ariel Guinzburg que, de la gráfica a la radio, de la radio a la televisión y el teatro, fue uno de los grandes exponentes del humor en los años duros de la dictadura y la recuperación de la democracia.
Jorge se definía como un típico porteño con calle barrial. La suya era Luis Viale, en Villa Santa Rita, entre Floresta y Villa del Parque. Allí nació (el 3 de febrero de 1949) y se crió en una casa “chorizo” junto a su papá (Benjamín, visitador médico) y su mamá (Eugenia, una auténtica idishe mame que hasta los últimos años de Jorge se encargó del “catering” para las fiestas judías, rodeados de amigos).
Como Jorgito sufría asma, Benjamín y Eugenia decidieron dejar todo y radicarse unos años en Capilla del Monte, para que el aire serrano ayudara al nene. Alquilaron una hostería y ellos eran conserje, mucama, cocinero, todo.
Volvieron a Villa Santa Rita cuando Jorge cumplió 10. Entonces sucedieron dos cosas fundamentales en su vida. Se afianzó su pasión por Vélez y en las aulas del Nacional Urquiza (Condarco al 200, Flores) conoció a Carlos Abrevaya, quien sería su gran socio a la hora de hacer humor.
Dicen que en la secundaria forjó su estilo. “Era peor que la ladilla”, confesó alguna vez. “Garrafa”, lo apodaban los compañeros, porque “era chiquito pero peligroso”.
La amistad con Abrevaya llevó a ambos a probar suerte en Derecho, pero pronto se dieron cuenta de que no era lo suyo. Los frustrados abogados se anotaron en el Conservatorio de Arte Dramático.
Claro que en la casa de los Guinzburg la plata no sobraba, así que el trabajo era una obligación: vendió carteras y cinturones y hasta manejó un taxi. Charlando con los pasajeros -una especie de talk show sobre ruedas- también afianzó la idea de que su futuro estaba en el humor.
Radio, TV y mucho más
La primera gran oportunidad la tuvieron y no la desaprovecharon. En 1971, lograron ser contratados por Juan Carlos Mareco como guionistas de “Pinocheando”, su programa de Radio Rivadavia. El camino a la consagración ya estaba abierto.
El año siguiente el dúo de Villa Santa Rita (Abrevaya-Guinzburg) se integró a la naciente redacción de Satiricón, creada por Oscar Blotta. Y en 1977, Jorge y Carlos fueron de los iniciadores de la revista Humor y también dieron vida a “Diógenes y el linyera”, la tira de la última página del diario Clarín que se publicó hasta el 13 de marzo de 2008, el día siguiente a la muerte de Guinzburg.
El primer paso a la televisión -aunque fuera de la pantalla- se dio en 1983, cuando los dos se incorporaron al equipo de guionistas de Tato Bores. Y siempre con Abrevaya, tuvieron su primer programa radial propio, “En ayunas”.
Fue en 1986 (y hasta 1989) cuando este genio de 1,59 de altura (“mi petisez nunca fue un complejo”, comentaba a menudo) se hizo masivo con un programa que revolucionó la televisión: “La Noticia Rebelde”. Un magazine periodístico con un póker inédito -Guinzburg, Abrevaya, Adolfo Castelo y Raúl Becerra, más Nicolás Repetto como “movilero”- que hizo trepar el rating de ATC a cifras nunca antes alcanzadas.
Desde entonces, la historia de casi dos décadas de éxitos, es conocida. Ciclos como “La Biblia y el calefón” -¿cómo olvidar el programa que reunió a Charly García, Joaquín Sabina, Graciela Alfano ¡y Diego Maradona!?-, “Peor es nada” (junto al Negro Fontova), “Tres tristes tigres” (con Midachi) o “Mañanas informales” lo catapultaron a una merecida fama.
También se animó al teatro, sobre el escenario y en bambalinas, con obras co-producidas con su gran amigo Daniel Comba.
En 2007 recrudeció su enfermedad pulmonar crónica al punto que tuvo que ausentarse un par de meses de la conducción de “Mañanas informales”.
De todos modos, como era su gran deseo, volvió a ponerse al frente del ciclo de Canal 13. Sin embargo, la enfermedad ya no tenía vuelta atrás y al regreso apenas si pudo grabar un par de programas de “La Biblia…”. El último, el 14 de febrero de 2008, con Sebastián Wainraich, Mónica Ayos, Mercedes Morán y Enrique Pinti, como invitados.
El jueves 6 de marzo, Guinzburg tuvo que ser internado en la clínica Mater Dei; ya necesitaba asistencia respiratoria permanente. El miércoles 12, a las 10.30 de la mañana, su agotado corazón dijo basta. Al día siguiente, en el cementerio israelita de La Tablada, decenas de familiares y amigos los despidieron en una mañana de sol. Acompañando a Soledad, Malena, Sacha, Ian, Andrea y mamá Eugenia, estuvieron Carlos Bianchi, Diego Maradona, Nacha Guevara y Guillermo Francella, entre muchos otros.
Por Gabriel Esteban González para Telam (publicado originalmente el 12 de marzo de 2021)