Nuestras emociones llamadas negativas como la tristeza el miedo y el enojo, son una de las más criticadas y enjuiciadas por nosotros y nuestra sociedad.
A quien no le ha pasado que reaccionamos ante un enojo y que te digan: “No te enojes”, “no tengas miedo” o “para qué estar triste, no vale la pena”; esos dichos van condicionando nuestro sentir, ya que “creemos” que no deberíamos enojarnos, no deberíamos estar tristes ni ¡sentir miedo!
Pero nuestras emociones tienen que ser escuchadas, ya que vienen a decirnos algo de nuestro interior. A veces las reacciones que solemos enjuiciar como “malas” manifiestan un malestar interno, frustración, dolor, angustia, vergüenza, entonces ¿cómo no ser pacientes y gentiles con nosotros?, ¿cómo no dejar que eso guardado salga y nos libere?
¿Cuántos años hemos guardado emociones que se transformaron en sentimientos, que nos hacen vivir amargados, reprimidos o frustrados?
Sabiendo esto podemos decir que cualquier día de nuestra vida es bueno para empezar a ¡escucharnos! Hoy por ejemplo, podemos detenernos inhalar y exhalar buscando sentir cómo entra el aire a nuestros pulmones, cómo el cuerpo se va relajando y ahí en ese momento, visualizar nuestras reacciones que juzgamos como “malas” que no nos gustan, las cuales criticamos y sólo abrazarlas, entenderlas, ver qué hay detrás de ese malestar de esa reacción, qué hemos guardado y saber que por ahí escuchándonos de forma amorosa y gentil encontraremos un alivio a nuestro malestar.
Es increíble cómo se nos van las tensiones del cuerpo y se equilibra nuestra vida cuando empezamos a ser coherentes con lo que sentimos, esto no sucede de un día para otro, son pequeños cambios que vamos haciendo buscando sentirnos más ligeros en este paseo que vamos haciendo juntos que se llama ¡vida!