Después de un año de la dura experiencia de una cuarentena estricta, el Gobierno nacional lleva varios días “analizando” con gobernadores y el Jefe de Gobierno porteño qué hacer ante el recrudecimiento de la segunda ola de COVID-19.
Sin embargo, ante la incertidumbre de qué medidas tomar y con qué afectación a la actividad económica y social de las personas, las versiones y las fake news en redes sociales se multiplican por la falta de información oficial.
Si de incertidumbre se trata, sigue estando la vinculada a la provisión de vacunas para la Argentina y qué grupo de ciudadanos se verá beneficiado con las dosis antes que comience el invierno, cuando se espera una vez más el impacto fuerte de la pandemia en la Argentina. Algo más difícil de responder cuando la producción no depende de Argentina.
Nadie duda que la preservación de las vidas humanas debe seguir siendo el Norte de cualquier acción pública. Sin embargo, ya conocemos los perjuicios de decisiones que no tienen en cuenta la supervivencia económica de las familias, de las PyME y cuentapropistas que necesitan seguir trabajando para vivir.
Tanta incertidumbre sólo genera malestar. Un malestar mayor al que de por sí ha provocado esta pandemia de coronavirus, que nos cambió la vida para siempre. Y que se llevó miles de vidas de seres queridos en poco tiempo.
Hace falta que -quienes deban tomarlas- pongan en marcha las medidas que preserven a los argentinos de enfermar gravemente, vacunar a la mayor cantidad de población posible y sostener la actividad económica al máximo nivel.
El Estado nacional tiene suficientes muestras que por sí solo, con subsidios y planes sociales, no puede lograr que el país se mueva. Ese doble estándar de vida, en esta nueva normalidad donde deben “convivir” salud y trabajo, se hace imprescindible.