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El lunes 10 de enero de 2011, en una chacra del paraje Cerro Siete, a unos 20 kilómetros de San Antonio, se produjo uno de los episodios más macabros y sorprendentes de la historia policial reciente en Misiones.
Una joven de 20 años arribó al hospital de esa localidad, con síntomas de haber dado a luz minutos antes pero sin su supuesto bebé. Esos signos sembraron el alerta y la sospecha en una médica del centro asistencial, quien decidió dar aviso a la Policía.
Una vez que los uniformados se presentaron en el lugar, la joven confesó que había comenzado a sentirse mal y entonces se escondió detrás de un bananal ubicado en la chacra de sus padres, donde alumbró a su propio hijo.
Luego, con un machete cortó el cordón umbilical y de inmediato arrojó al recién nacido en una letrina.
Hasta allí, la versión de la muchacha. Pero mientras era atendida debido a los importantes daños que sufrió su salud, una comisión policial se dirigió al lugar de los hechos y comenzó a buscar el pequeño cuerpito.
Horas y horas de registro en el lugar no obtuvieron resultados positivos, al menos en la letrina, donde los uniformados no encontraron absolutamente nada.
Sin embargo, los pesquisas hallaron pruebas en otro lugar de la chacra. Fue en un corral de cerdos donde la Policía se topó con rastros de material biológico, lo que dio lugar a la principal teoría de los investigadores: tras dar a luz, la muchacha arrojó el bebé a los chanchos, quienes saciaron su hambre con él.
Finalmente, nunca se supo nada del cadáver. Por eso, en abril de ese mismo año, la Justicia tuvo que liberar por falta de mérito a la joven, ya que no se pudo establecer de manera fehaciente ni siquiera la existencia del bebé -más allá de la confesión de la madre- y mucho menos si el pequeño nació con vida como para configurar el delito de “homicidio agravado por el vínculo”.