Prácticamente nunca desde que ganó en las urnas el deber de conducir el destino de un país caótico y visceral, el actual Gobierno tuvo la iniciativa. Siempre debió correr desde atrás y jamás formuló una estrategia para ponerse a la par de la realidad.
Hoy, con la confirmación de la segunda ola de contagios que incluso alcanzó al presidente Alberto Fernández, y con la certeza de que no habrá acuerdo con el Fondo Monetario Internacional hasta las elecciones, los tiempos vuelven a marcarle la cancha al Gobierno acotando su estrechísimo margen de acción.
El contexto es brutal y leonino, con pobreza y desempleo estructural, con una incipiente recuperación tras una histórica debacle poscuarentena. Los cimientos de la economía, así como los del humor social, ya no admiten errores.