Silvia tiene 48 años, llegó al consultorio con distensión abdominal, apenas terminaba de comer duraba un promedio de dos horas o más y también tenía constipación.
Al preguntar cuáles eran sus hábitos de vida y qué medicación tomaba nos encontramos con que después de su primer embarazo, desde los 21 años tomaba antiácidos y uno que otro analgésico a veces. Contó que desde ahí quedó con lo que ella supuso era gastritis que calmaba rápidamente con antiácidos y lo que fue algo momentáneo se transformó en tomas crónicas sin nunca haber consultado a un especialista, ya que no lo consideró necesario.
Tenía además valores de glóbulos bajos en sus análisis, todo este tiempo ella creyó que era algo dentro de su normalidad sumada a una historia de migrañas. Ahora la afligían dolores musculares.
Los antiácidos son sustancias que tienen la capacidad de neutralizar o bloquear los ácidos producidos por las células del estómago, es decir, ayudan a tratar la acidez estomacal.
Hay diferentes clases y todos tienen consecuencias.
Cuando escuchamos a los pacientes en el consultorio, gran cantidad de gente se automedica ocasionando que esta práctica convierta a los antiácidos en un caramelo y no en lo que es: una medicación que necesita prescripción.
Dentro de las recomendaciones que podemos dar para reducir la acidez es disminuir la harina de trigo en primer lugar.
De mañana:
– Consumir agua con limón y una pizca de bicarbonato.
– También el jugo de la papa disuelta en un poquito de agua.
– El ácido málico y la pectina de la manzana son otra opción natural, mientras podamos llegar al tratamiento aconsejado por el especialista podemos recurrir a estos consejos.
– Semillas procesadas dejadas en remojo en este caso en particular donde hay constipación.
Luego el desayuno:
– Que pueda estar compuesto de compota, avena, semillas o infusiones. No café ni leche, particularmente sugiero infusiones de malva o cúrcuma.
– ¡No desayunar antiácidos! Para prevención, ya que son un tratamiento con indicaciones precisas.
Los antiácidos usados indiscriminadamente llevan a posibles complicaciones mayores como constipación, pérdida de flora intestinal o peor aún es una de las causas de cáncer, pero sobre todo atrasan diagnósticos.
Sumado esto a fuerte medicación antimigrañosa, era un círculo de no acabar.
Por eso no automedicarse es querernos y cuidarnos adecuadamente.
En Silvia su dispepsia, malestar posterior con distensión, se debía a un grado de celiaquismo que lo detectó luego de realizarse una endoscopía digestiva con toma de muestra del intestino. No era un simple cuadro que podía pasar con antiácidos aunque esto momentáneamente le permitía estar sin molestias.
Ir tomando medicamentos sin diagnóstico lleva al mal uso de ellos como le pasó a ella, pero la dieta para celíacos cambió su calidad de vida.
Los expertos señalan que muchos celíacos pueden llegar a estar hasta 20 años buscando solución a sus problemas y detrás de un diagnóstico como el de celiaquía, que se resiste debido a esas manifestaciones extradigestivas que no son tan conocidas. Por suerte, cada vez estos síntomas no digestivos como migrañas y dermatitis son más conocidos, tanto por los profesionales de la salud como por la sociedad, pudiendo detectarse mejor los casos.
Ella no puede creer que es celíaca ya que nunca relacionó los síntomas.
Su concepto clave era que el celíaco tenía diarreas profusas luego de las ingestas de alimentos con harina de trigo.
Hoy podemos saber que hay varios grados de alteración de las vellosidades con los consiguientes síntomas y signos.
Hoy Silvia se siente muchísimo mejor sin tomar antiácidos y cada vez menos antimigrañosos. Sigue una alimentación balanceada para celíacos, va de cuerpo y sus valores de laboratorio mejoraron. Casi no tiene migrañas, comenzó a hacer cursos y le resulta muy sencillo este cambio de hábitos.
Tener en cuenta los diferentes síntomas y medicarlos de forma adecuada son la clave del bienestar general.
No automedicarse es siempre la indicación.
¡A disfrutar del domingo!