Dan Kiley en su obra The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up («El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece») describe un conjunto de síntomas relacionados con un desarrollo inmaduro de la personalidad, comunes en algunas personas que habiendo alcanzado la edad adulta desean permanecer en un estado perpetuo de juventud, se niegan a asumir el paso del tiempo y mantienen un estilo de afrontamiento de los problemas desajustado al desarrollo de los ciclos de la vida. Este estancamiento de la evolución de la personalidad tiene como características principales la negación de responsabilidades y la evitación de los roles de adulto.
Entre las principales características y síntomas que puede tener un adulto con el Síndrome de Peter Pan, podemos encontrar las siguientes:
Alto grado de necesidad y dependencia afectiva, demandando continuamente afecto, protección y la aprobación de los demás.
Altibajos emocionales, no son capaces de controlar la ira o pueden sufrir crisis de ansiedad. Carpe Diem, no quieren pensar en el futuro (carácter irresponsable).
Comportamiento impulsivo y si algo no les sale bien es la culpa de los demás. Inmadurez generalizada. Idealizan la juventud para negar la madurez, y como consecuencia tienen una preocupación en exceso por su aspecto y bienestar físico.
Viven fuera de la realidad o en un mundo de fantasía, hablan de proyectos no alcanzables, negocios prósperos o amores increíbles.
Exageran los logros.
Características en la personalidad Narcisistas, egoístas y egocéntricos.
Son intolerantes a las críticas. Intentan conseguir cosas sin grandes esfuerzos.
Miedo a la soledad y también suelen tener miedo al compromiso. Les cuesta mantener una relación de pareja estable. En ocasiones acaban siendo personajes solitarios.
La creencia de que está más allá de las leyes de la sociedad y de las normas establecidas por ella.
Algunas indicaciones básicas que los padres deben tener en consideración para favorecer un desarrollo psicológico adecuado son:
Enseñar al niño a asumir responsabilidades ajustadas a su edad. Establecer un vínculo de apego seguro. Armonizar el amor incondicional con unas pautas de conducta firmes.
Inculcar la relación entre el esfuerzo y la recompensa. Dejar que tome decisiones, enseñándole a relacionar actos y consecuencias.
Educar en la empatía. Enseñar a tolerar la frustración.
Desarrollar la capacidad autocrítica.