Tempranamente, como casi siempre sucede en Argentina, la meta inflacionaria del Gobierno de turno se ve jaqueada por los datos duros de la realidad. Pero como pocas veces antes, en esta oportunidad la proyección oficial para todo el año podría autodestruirse antes de los pensado.
El temible 4,8% que quedó al descubierto en marzo pone a toda la estructura económica en una nueva perspectiva, porque deja al desnudo al plan que venía desarrollando el Gobierno y que, claramente, no sólo no funcionaba sino que además impulsaba los precios.
El Índice de Precios al Consumidor (IPC) acumuló en el primer trimestre un incremento del 13%, al tiempo que en comparación con marzo del año pasado, registró un alza del 42,6%.
A partir de ahora cualquier proyección oficial al respecto (y en cualquier rubro) conllevará el maleficio de la duda.
De hecho y muy a pesar del relativo optimismo de Martín Guzmán, la inflación continúa alta este mes y, pese a que se espera que se desacelere en la segunda mitad del mes, no perforará el rango del 4% como espera el ministro de Economía.
Es en ese contexto que cabe preguntarse qué camino tomarán los gremios al momento de negociar los salarios de este año. Porque a la luz de los precios actuales y a los índices que se esperan para los próximos meses, ningún sindicato se atrevería a cerrar en torno al 29%, tal la meta inflacionaria oficial.
Así las cosas, el Gobierno torpedea su propio plan, porque una de las herramientas a las que apela el titular del Palacio de Hacienda para frenar a la inflación es la moderación de los reclamos salariales.
Pero frente a la escalada del IPC, la moderación no asoma en el horizonte de las paritarias.