Ya sea por la propia inercia de la crisis, por errores no forzados o por soberbia, transcurrido este tiempo queda claro que el Gobierno argentino no tuvo éxito en contener la inflación y mucho menos en frenar el proceso recesivo que se acentuó en los últimos tres años y medio.
La quimera de un Estado más eficiente quedará para el futuro merced a todos esos problemas y también a la gravitación que tiene sobre la estructura económica la crisis pandémica que muy lejos está de disiparse.
Argentina quedó a merced de la segunda ola y de las que se vengan en el futuro mientras no se acelere el ritmo de la vacunación y mientras el Gobierno no asuma los errores políticos, económicos y sanitarios pre y pos-COVID-19.
Porque, por ejemplo, es incompatible hablar de equilibrio fiscal con los niveles actuales de emisión y, al mismo tiempo, pretender controlar el Índice de Precios al Consumidor.
Emilio Pérsico, uno de los dirigentes piqueteros con mayor poder e influencia en el Gabinete nacional, fue certero en su crítica ayer al precisar que el incremento de los montos de la “Tarjeta Alimentar”, el poderoso anuncio que el Gobierno mantuvo en secreto toda la semana hasta su anuncio el viernes, “es pan para hoy y hambre para mañana”.
“El gasto en la ayuda directa nos incluye como consumidores. La ‘Tarjeta Alimentar’ nos puede incluir como consumidores. Pero eso no es inclusión social. Eso no es inclusión, la única inclusión es el trabajo. Y no resuelve el problema de la inflación”, analizó Pérsico.
Salud, educación, trabajo de calidad, agenda de desarrollo, proyectos a mediano y largo plazo, un Estado eficiente, pensar el país proyectado. Argentina se debe a sí misma mejores programas y gestiones que, de una buena vez, la posicionen en esos estadíos que describen a diario los discursos políticos.