Tuvo una vida breve y una muerte injusta, pero se convirtió en un mito y en un símbolo de la libertad. Silenciada durante los gobiernos absolutistas, ensalzada bajo gobiernos liberales y progresistas, la figura de Mariana Pineda se convirtió en una inagotable fuente de inspiración para poetas y dramaturgos, entre ellos Federico García Lorca, que escribió una obra de teatro en la que recreó su vida.
Mariana de Pineda Muñoz nació en Granada (España) el 1 de septiembre de 1804. Con una infancia difícil a sus espaldas, inició su vida adulta a los quince años al contraer matrimonio con Manuel de Peralta, once años mayor que ella y con el que tuvo un hijo y una hija.
En 1822, Mariana quedaba viuda y a cargo de dos pequeños. Su difícil situación no fue incompatible con sus creencias políticas que la llevaron a ayudar y acoger en su humilde hogar a distintos miembros del partido liberal perseguidos durante los tiempos del absolutismo de Fernando VII.
El 18 de marzo de 1831 terminaba su vida relativamente tranquila al irrumpir en su casa la policía. Mariana fue acusada de tener en su poder una bandera que simbolizaba la lucha contra la monarquía. Una extraña bandera inacabada y con unas letras que según sus acusadores tenían mucho sentido pero que, probablemente, fue colocada en casa de Mariana por la misma policía.
En verdad lo que querían quienes la detuvieron era que Mariana delatara a los principales cabecillas de la causa liberal, pensando que una mujer no podía ser un elemento activo en la lucha política. En cualquier caso, terminó condenada a muerte.
El 26 de mayo de 1831, con tan sólo 26 años, era ejecutada en el Campo del Triunfo de Granada. La ejecución, que pretendía ser un escarmiento y un aviso a la causa liberal, convirtió a Mariana en víctima y mártir.
Después de que su cuerpo fuera trasladado en distintas ocasiones, finalmente encontró el descanso eterno en 1856 cuando fue enterrada en la cripta de la Catedral de Granada.
Fuente: Mujeres en la Historia