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Un par de años le bastaron a Rosario De León para sentirse bien misionera. La joven de 24 años, nacida en Sierra de Los Padres, provincia de Buenos Aires, pero criada en las Islas Canarias de España, hizo parte de su carrera como basquetbolista en Misiones hasta que el año pasado se volvió a tierras españolas para jugar con el La Salle – Real Unión.
“Yo me siento misionera, después de haber jugado con la selección, haber vivido ahí y tener mis amigos, me siento parte de la tierra colorada”, dijo Rosario desde Tenerife en una charla con EL DEPOR donde repasó su carrera y lo que se viene para el futuro.
Las razones que unen a Rosario De León con Misiones son particulares, casi como una cuestión del destino. La joven basquetbolista nació en Sierra de los Padres, provincia de Buenos Aires. Cuando tenía cinco años, sus padres Margarita –que es misionera- y Juan- marplatense- , junto a sus hermanos Fran (23) y Antonio (21), armaron las valijas y se fueron a vivir a Lanzarote en Islas Canarias, España.
Allí comenzó a relacionarse con el básquet. “No sé bien a qué edad empecé a jugar. En la escuela jugaba al baloncesto pero perdíamos todos los partidos. En ese momento, evidentemente llamaba la atención porque tenía 11 años y medía 1.70, siempre fui la más alta”, recordó Rosario a EL DEPOR.
Es más, fue cuando tenía 12 años que el club Ariagona de Lanzarote se comunicó con su mamá y la invitó a jugar al básquet. “Yo considero que a esa edad comencé a jugar al baloncesto, a tener más técnica. Fue cuando comencé a competir y a entender por qué se tiene que ganar”, remarcó la joven.
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Con el equipo de Ariagona, la alero clasificó al Campeonato de Islas Canarias, al que acceden dos o tres equipos de los ocho en la liga. Rosario participó con su categoría y dos categorías más y su desempeño le valió una pre-convocatoria a la selección de Lanzarote.
“Ese fue el primer choque que tuve, de trabajar para tener que ganarme un lugar. Ese año no quedé, pero estaba re orgullosa porque pasar de perder todos los partidos en la escuela a que me llamen de la selección fue un re logro”, recordó la joven basquetbolista.
Después de eso comenzó a hacerse más conocida en el mundo del básquet hasta que a los 14 años la llamaron de varios clubes, pero su mamá decidió que todavía era muy chica para irse a jugar a otro lado.
A los 15, una importante crisis social y económica azotó España y Margarita, mamá de Rosario, quedó sin trabajo. Entonces, la familia decidió volver a la Argentina, particularmente a Misiones.
Rosario no se vino, había fichado con Club Baloncesto UNI, de Tenerife, donde tuvo la oportunidad de jugar la Liga 2 de España. “Fue el primer club que me pagaba los pasajes, que me dio un lugar para vivir. Jugué en la categoría Cadete y recuerdo con mucho cariño ese momento. Allí empezaron los primeros campeonatos de España con equipos, con un muy buen nivel y muy buenas jugadoras”.
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Hasta que a mitad de temporada, con 17 años, se vino a vivir a Misiones con su familia, y acá terminó la secundaria. Todo ese año no pudo jugar, ya que el transfer valía alrededor de 30 mil pesos y los clubes misioneros no podían pagarlo. Decidió volver a Tenerife para prepararse, porque en Argentina la empezaron a ver con buenos ojos y comenzaron a llegar las convocatorias a los equipos nacionales.
Tras un tiempo de preparación, Rosario volvió a Misiones y se sumó a Tokio para jugar la Superliga; pasó a Félix Pérez, club de Asunción (Paraguay), donde tuvo la oportunidad de entrenar y jugar con grandes referentes del básquet femenino sudamericano como Claudia Aponte y Paola Ferrari.
Tras cuatro meses volvió a Misiones y se sumó a Sol Dorado y llegó el llamado de la selección misionera y argentina. Rosario sumaba así Campeonatos Argentinos representando a Misiones y algunos torneos con la Selección Argentina como el Sudamericano U15 2012 y el FIBA Américas U16 2013. De ahí ese sentimiento de cariño a la tierra colorada.
Llegó 2020, la pandemia y la cuarentena, que la agarró en Posadas. “Fue un año muy raro y las oportunidades más raras llegan en los momentos más raros, porque fue cuando surgió la posibilidad de volver a jugar en España”, contó Rosario. Las opciones eran España o Italia pero Rosario decidió volver a sus orígenes y se tomó un avión camino a Tenerife para sumarse al La Salle – Real Unión y retomar su vida como basquetbolista en el Viejo continente.
A su llegada, vivió de cerca todas las restricciones por la pandemia de coronavirus. “Estuvimos entrenando un mes sin contacto. De un día para el otro comenzamos a tener contacto pero con mascarillas y jugamos un par de partidos. Hasta que en noviembre me rompí los ligamentos cruzados de la rodilla derecha” .
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A raíz de la pandemia, en Tenerife se prioriza la atención a pacientes con Covid-19, por lo que pasaron cinco meses para que Rosario pueda hacerse una resonancia para tener un diagnóstico certero tras la lesión de noviembre. “Cuando me lesioné pensé que fue un esguince pero al día siguiente me levanté llorando del dolor, sin poder flexionar la rodilla y si bien desde el club se insistió para que me hagan la resonancia, recién me la pude hacer en marzo de este año”.
Con el diagnóstico las opciones eran la operación y parar seis meses, o trabajar para fortalecer la rodilla y seguir. Rosario optó por la segunda y comenzó a trabajar intensamente con una rutina que incluía sesiones de natación en el mar que baña las cosas de Tenerife. “Gracias a eso jugué el último partido de la liga y fue tan lindo volver a una cancha después de seis meses. Pensé que no iba a poder, que iba a tener que dejar el baloncesto”, recordó Rosario de aquel momento.
Ahora, en pleno receso, la intención de la jugadora es continuar con los entrenamientos y prepararse para lo que se viene: un nuevo equipo, el Magec Tías de Lanzarote, que juega la Liga 2.
“Nunca me ha tocado el punto de estar lesionada y no como jugadora. Es una experiencia que no se la deseo a nadie, es horrible. A mí me sirvió para hacerme muy fuerte de cabeza, estar seis meses luchando contra tus limitaciones con un cuerpo nuevo me ha hecho madurar, hacerme más fuerte de cabeza”. ¿La operación? Quizá para mediados de 2022. “Siento que este año puedo aguantar fortaleciendo”.
Ya de vacaciones en Tenerife, contó cómo es la situación allá por la pandemia de coronavirus. “Tenerife está en fase 2, hace poco sacaron el toque de queda pero los bares están sólo hasta las 22, puede haber hasta seis personas por mesa, se debe usar mascarilla en todo momento salvo cuando te traen lo que pediste y todo se hace por turno”, contó Rosario.
Desde que vive en España le puso énfasis al reciclado, una movida bastante arraigada por allá y volvió a encontrarse con los guachinches, un plato típico de canarias y los barraquitos, una infusión que incluye leche más leche condensada y café y “no se prepara en otro lado”.
Volvió a las caminatas por la playa y después llega hasta el Teide, un volcán de una altura de 3.718 metros sobre el nivel del mar, donde se encuentra con nieve, todo en el mismo día. “Las playas de Canarias son preciosas, cada lugar nuevo que encontrás es más lindo”.
La posibilidad de pegarse una vuelta por Misiones siempre está latente. “La visita siempre está en mis planes, viví cuatro años en Misiones y tengo a mis mejores amigos por allá, a quienes extraño muchísimo. Siempre fui muy fría pero en Misiones se me ablandó el corazón”, dijo entre risas.
Si bien Rosario no toma mate, sí toma tereré pero se complica hacerlo en España “porque no se consigue la yerba canchada ni el mate, no hay por ningún lado”.
La intención es operarse el próximo año y después, tomarse un avión hacia Argentina para visitar a sus padres y hermanos. “Viví mucho tiempo lejos de mi familia que incluso mis hermanos eran como dos extraños. Ahora pude compartir más, vamos a merendar, comemos asado, mis hermanos Fran y Antonio son también mis amigos”.
Con la impronta de la tierra colorada, Rosario De León se hizo un lugar en el básquet femenino español, una de las ligas más competitivas del mundo. Con un futuro más que prometedor en el básquet, Rosario lleva algo de Misiones en ella.