Los tóxicos mentales y emocionales a menudo pasan desapercibidos, pero es muy importante librarse de ellos para sentirnos más ligeros. ¿Qué tal si aprovechamos estos momentos, donde la vuelta a uno mismo se hizo casi un hábito?
Haz una lista de preocupaciones: a menudo perdemos energía preocupándonos por todas las cosas que tenemos que hacer y no damos abasto. También nos obsesionamos con posibles catástrofes que imaginamos amenazadoras a la vuelta de la esquina. Al final de la jornada de hoy proponemos un ejercicio que, aunque no resuelva esas preocupaciones, sí puede ayudarnos a relativizarlas y a darles otro lugar.
Nos tumbaremos o sentaremos cómodos en un espacio tranquilo. Después de unas cuantas respiraciones, en las que poco a poco nos permitiremos ir soltando las tensiones del cuerpo, imaginaremos que nos sentamos frente a nuestro escritorio u otro lugar de la casa. Tomaremos un papel y un bolígrafo imaginarios y escribiremos, una a una, todas aquellas cosas que nos preocupan, esa lista de temas pendientes y de catástrofes potenciales que nos roban tanta energía. Es importante no dejarse ninguna.
Una vez escritas, las leeremos de nuevo para nosotros. Luego, las pondremos en un cofre imaginario que está sobre nuestro escritorio y lo cerraremos con llave. Nuestro escrito se quedará ahí hasta el día siguiente. A continuación, nos levantaremos de la mesa y cerraremos la puerta tras de nosotros, dejando en el cofre y en esa habitación todo ese material mental lleno de preocupación y ansiedad.
Presta atención a tu entorno: al igual que cuando quieres cuidarte te fijas en los alimentos que ingieres y buscas los que te nutren y te cuidan, ¿por qué no empiezas a prestar atención a tu nutrición mental? ¿Qué le das de comer a tu mente cada día?
Fíjate en las noticias que ves, en lo que lees, en tus conversaciones, tus encuentros, en los mensajes de redes sociales a los que te expones y durante 24 horas, escribe en una libreta cómo te hacen sentir.
Anotar cómo te hacen sentir los mensajes, lecturas o charlas te ayudarán a saber qué te conviene. Es importante darse cuenta del tipo de entorno que nos rodea y analizar su impacto en nuestro estado mental. Haz tres paradas, pues, a lo largo del día, y relata en tu libreta, sin juzgar, todo lo que has ofrecido a tu mente como alimento hoy.
Ordena tu espacio: Distintos estudios han mostrado una relación entre el orden o el desorden de la casa y el orden o desorden mental. Si en nuestro hogar reina el caos es muy difícil que podamos pensar con claridad. El desorden agota a la mente y provoca tensión en el organismo. Además, los objetos que nos rodean tienen también una función de representación, esto es, hablan de nosotros. ¿Qué quieres que diga tu casa de ti a partir de ahora?
Nuestro equilibrio emocional y calidad de vida dependen de nuestra decisión de quedarnos solo con aquellas las cosas que nos hacen bien.
SÉ TU MEJOR VERSIÓN. Practica el amor, el perdón, la gratitud, la confianza. Que todo aquello que des al mundo sea un acto de amor.
¡Hasta la próxima!