El 21 de junio de 1970, la Copa del Mundo de fútbol -disputada en esa ocasión en México– era conquistada por Brasil por tercera vez, y por lo tanto definitiva, ya que desde el inicio del torneo 40 años antes se decidió que el trofeo Jules Rimet, que pasaba de mano en mano entre los campeones de cada edición, se entregaría en propiedad a quien sumara tres títulos mundiales.
Brasil ya había gritado campeón en las ediciones de 1958 en Suecia y de Chile en 1962.
Esa selección “Canarinha”, tal vez el mejor equipo de la historia, con Pelé, Gerson, Tostao, Rivelinho y Jairzinho en la temible delantera que curiosamente estaba conformada íntegramente por los números 10 en sus respectivos clubes, fue un campeón superlativo. Ganó los 6 partidos que jugó, convirtió 19 goles y le convirtieron 7.
A la semifinal llegaron dos equipos sudamericanos (Brasil y Uruguay) y dos europeos: Italia y Alemania Federal. Los cuatro habían obtenido en algún momento la Jules Rimet.
Finalmente, Brasil e Italia llegaron al partido definitorio: los verdeamarelos con un fútbol vistoso, alegre y contundente; los azzurri, abanderados del sistema ultradefensivo conocido como “catenaccio” que de nada sirvió para frenar el definitivo 4 a 1 a favor de Brasil.
Cabe mencionar que ese torneo México’70 fue el primero en ser trasmitido vía satélite en directo por televisión, lo que definitivamente transformó al fútbol en un espectáculo universal. Sin embargo, lo más notorio de esta cita es que allí jugó Pelé su último partido mundialista.
El futuro del trofeo Jules Rimet también tendría derivaciones insólitas, porque años después le fue robado a Brasil y nunca volvió a aparecer. Todas las sospechas apuntan a un argentino.