Al hablar de las hortalizas que podemos tener en la huerta, estaríamos nombrando más de 30. Entre ellas, hay cultivos de hoja muy pequeños (como el caso de la rúcula y la radicheta) y otros muy grandes y altos, como son el tomate, el pimiento, que pueden llegar a dos metros de altura.
Esta característica de los cultivos (el tamaño de la planta, por ejemplo) es uno de los factores que va a indicar cómo y dónde sembrar las semillas de cada uno.
Las semillas también son muy diferentes entre las hortalizas: algunas germinan muy fácilmente (otra vez el ejemplo de la rúcula y la radicheta) y otras tienen dificultades, y acá el mejor ejemplo es el apio, que es una de las hortalizas con semillas más complicadas para hacer germinar.
Entre las características de las semillas, hay que ver el tamaño; la rapidez con que germina; la cantidad de agua que necesitan (algunas semillas necesitan muy poca, como los zapallos); el costo (hay semilla que es cara y tenemos que cuidarla más); y también dónde y cómo queremos tener nuestro cultivo: si queremos que sea de cosecha “precoz” y necesita calor para producir frutos, por ejemplo, vamos a cuidar con protección del frío esa siembra, para luego seguir cuidando a la plantita del frío hasta que haga calor.
Una forma de cuidar las siembras en forma más eficiente es realizar almácigos o almacigueras. Estos son lugares pequeños y, por lo tanto, que podemos controlar mejor, donde podremos sembrar en forma más densa nuestro cultivo y cuidarlo hasta que se forme una plantita que luego llevaremos al lugar definitivo, con el espacio adecuado, para que se desarrolle y pueda ser cosechada.
¿Cómo hacer un almácigo?
Puedo hacerlo en suelo o en lo que llamamos bandejas contenedoras. En suelo, sencillamente selecciono un lugar y lo preparo bien sin malezas y bien fino. Esto se llama “cama de siembra”. Luego, siembro en líneas o al voleo (sin un orden prefijado). Es más conveniente lo primero, para poder sacar las malezas con alguna herramienta, y airear el suelo más fácilmente.
Las líneas de semilla se harán a unos 10 centímetros de separación entre sí, para que quede lugar para el desarrollo de la plantita que será trasplantada, que llamamos “plantín”.
El almácigo tiene la ventaja de requerir menos cuidados de riego. En invierno, podemos cubrirlo con un túnel bajo para protegerlo del frío, y en verano con una media sombra para protegerlo de la alta insolación y el calor. En tanto, las bandejas contenedoras (también llamadas “speedlings”) son bandejas de plástico o telgopor que tienen celdas huecas para rellenar con suelo o sustrato.
Se coloca en cada celdita tierra o sustrato más poroso (turba con otros materiales usados para sustratos que retienen bien el agua) en cada celdita se colocan una o más semillas.
La plantita crecerá dentro de esa celda, y luego saldrá con la raíz rodeada de un pan de tierra o sustrato, y arraigará más fácilmente cuando la vayamos a trasplantar. No sufrirá tanto el estrés del trasplante. Pero la desventaja de este método es que requiere de un riego más constante porque las celdas son pequeñas y necesitan riego en forma más periódica.
Estos almácigos son una buena forma de comenzar con los cultivos con un método más eficiente, y permiten arrancar el ciclo con plantas ya más grandes y formadas.
Qué cultivos conviene hacer en almácigo
- Los que tienen semillas más caras (tomate, morrón, berenjena…)
- Los que tienen un desarrollo lento de la planta: puerro y verdeo
- Los que quiero adelantar el ciclo: lechuga o acelga
- Los que necesitan mucho espacio entre plantas, como repollo, coliflor o brócoli
Fuente: Sabe la Tierra