Más allá de quienes optan por no ser padres, tan legítimo como quienes deciden reproducirse, lo cierto es que, para que la vida siga, los padres importan e impactan.
Los invito a que reflexionen unos segundos sobre vuestro padre, piensen y sientan cómo influyó el tipo de relación que tuvieron en lo que hoy son y hacen.
Ya sean padres biológicos, padrastros, padres adoptivos, sustitutos o tutores; sean hermanos, tíos o abuelos; sean parte de una relación de pareja del mismo sexo o del sexo opuesto; y vivan o no con sus hijos, la participación de los hombres en el cuidado diario de otros tiene una influencia duradera en las vidas de las niñas, los niños, las mujeres y los hombres, así como un impacto permanente en el mundo que los rodea.
Los padres, por ausencia o presencia, aportan modelos identitarios de referencia, que producirán efectos profundos y perdurarán toda la vida, sobre todo, en la construcción de las identidades y expectativas vitales, tanto de sus hijas como de sus hijos.
Por ello los invito a mirar la paternidad desde la perspectiva de género y reflexionar sobre las relaciones que establecemos hombres y mujeres en tanto compartimos la vida.
Un punto de inflexión son los mandatos y roles que se transmiten desde el nacimiento respecto a “como debe ser, como debe comportarse y como debe manejar sus sentimientos” un varón para ser considerado tal.
Estos mitos organizan el espacio y los lugares que ocupan las mujeres y varones y la manera de ser padre o madre no es ajena a esta construcción cultural. Así por ejemplo, el llamado “instinto materno” que excluye a los varones de determinadas prácticas con los niños y condiciona el accionar de las mujeres, es en realidad una práctica amorosa construida histórica e ideológicamente.
Estos estereotipos implican también que, aunque ya se perciben nuevas maneras de paternar, la mayoría de estos “nuevos padres”, asuman una posición de participador-ayudador y no tanto de igual a igual.
Visibilizar estas cuestiones tan arraigadas nos permite transformarlas hacia nuevas miradas como por ejemplo la “paternidad positiva” que consiste en una implicación activa en la crianza, fundamentada en el interés superior de las criaturas. Se trata de padres que se implican activamente en los cuidados y trabajos reproductivos. Son prácticas de paternidad que desarrollan y amplían las capacidades emocionales y pedagógicas de quienes las ejercen, desde un paradigma pacífico y de deslegitimación de la violencia, incluyendo el establecimiento de límites.
Entonces, ¿Cómo potenciar esta paternidad participativa y no violenta?
Para comenzar, recordar que es una tarea de hombres y mujeres, por lo tanto son clave las alianzas que podamos tejer juntos en esta nueva construcción. Re pensemos espacios, revisemos expectativas, re signifiquemos lo que hasta ahora se planteaba como ajeno al hombre.
Animémonos a un gran diálogo transformativo que podría comenzar por los siguientes aspectos:
*Tiempo compartido: para el que es necesario compromiso, acompañamiento, cuidado y paciencia
*Comunicación: potenciar la escucha desde el corazón.
*Cercanía: pensemos un padre accesible, que da ánimo favoreciendo la autonomía.
*Respeto: desde la comprensión e igualdad de trato.
*Buen ejemplo: generando ambientes serenos, dispuestos a aprender y mejorar siempre.
*Capacidad de negociación: ser realistas, no pedir imposibles sino estar dispuestos a ayudar a resolver conflictos. Firme y a la vez cariñoso en el trato.
*Corresponsabilidad: viviendo la crianza como un proyecto compartido.
Y lo más importante, sea como fuere que se plante la paternidad, que el amor florezca por sobre todas las cosas.