Aquello que llamamos predicción
sólo lo puede entender el corazón,
no pretendas que lo haga la razón,
pues está sólo capacitada para ver
aquello en que a ella le enseñaron a creer.
Lo que no entiende niega
volviendo a la persona ciega
a lo que está más allá de sus límites
pretendiendo que todos la imiten,
como si consiguiendo adeptos a su sin-razón
consiguiera acallar el corazón,
o escondiendo lo inevitable
haga su razonamiento estable.
Una profecía, dependiendo de quién sea,
el necio espera que así suceda
sin comprender de que si se la dan
es por el poder de cambiarla que en él está.
Pues si de un corazón puro la profecía salió
es para ayudar al hombre que entendió
es para mejorar su futuro y el de la humanidad
que el maligno pretende desdibujarlo sin piedad.
Es por esto el tiempo indefinido que el profeta emplea para que el libre albedrío sea el que crea
la realidad que el hombre, vivir quiera.
Al futuro lo estamos escribiendo hoy con las palabras y acciones que sembramos en el corazón de los seres, sean éstos de cualquier reino que en la Madre Tierra habiten e incluso en Ella misma. Así escribimos el nuestro en forma individual o colectivamente el de la humanidad.
Una profecía es la visión de un posible futuro que, si ese colectivo humano siguiera con una actitud determinada, seguro se cumplirá. Aquí el Universo nos está diciendo que dependerá de nosotros cambiarla si no nos gusta la advertencia de Su mensajero.
Cuando una mínima cantidad de personas voluntariamente cambian su pensar-sentir-accionar, se constituyen en la masa crítica que puede revertir cualquier profecía y cuando son meditadores entrenados, el número requerido es la raíz cuadrada del 1% de la población mundial.
Si ahora nos dan estos conocimientos antes vedados y las herramientas para hacerlo es porque el tiempo es llegado y de seguro ese tiempo es ahora para que despierte a su divinidad.