Muchas veces planteamos en esta misma columna que esta dinámica argentina de tener cada vez mayores gastos frente a menores ingresos sólo puede extenderse mientras quien acerque los fondos pueda proyectar una recuperación de sus aportes en un tiempo determinado y que ello dependerá de las condiciones que se le ofrezcan.
La inmensa realidad, que cada vez adquiere mayor peso específico tanto para el Estado como para la sociedad, es que hoy Argentina carece casi por completo de la posibilidad de financiarse más allá de lo propio. Y es así porque a lo largo de los últimos lustros postergó vencimientos, minó de dudas al mercado financiero y lo llenó de bonos, títulos y letras por los próximos años… si hasta nos animamos a vender uno a un siglo.
Sin financiamiento, con bajísimo caudal de inversiones y mucha deuda por cumplir, el Estado argentino debería, cuanto menos, diseñar una agenda de mediano alcance que contribuya a resolver los problemas cotidianos mientras genera las condiciones para volverse más atractivo a la mirada de los inversores. No se logra de un día a otro ni con exportaciones al optimismo. Se alcanza mediante trabajo, criterio y responsabilidad.
El Estado, su administración, quienes la encabezan, deberían volverse más creíbles y al menos intentar equilibrar la venta de expectativas con los datos duros de la realidad.
Sin embargo, el poder político actual, así como sucedió con el anterior, sigue prometiendo, por ejemplo, la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores y los jubilados que en cambio se escurre mes a mes en la escalada inflacionaria. Se desarrolla entonces una fuerte diferencia entre la venta de expectativas con los datos duros de la realidad, porque en la actualidad el salario pierde por casi 10 puntos frente a los precios. Y porque la jubilación mínima en el primer trimestre registró una caída del 5% en términos reales, mientras en abril y mayo la tendencia a la baja se profundizó.
Si el Estado no se vuelve creíble para su propia sociedad, menos lo será para quienes podrían financiarlo mientras se recupera.