A los 95 años falleció don Aldo Rubén Gil Navarro, un hombre emblema de la historia obereña y provincial.
Nacido el 4 de enero de 1926, en Capital Federal, era tan sólo un bebé de cinco meses cuando sus padres decidieron afincarse en Itacaruaré, su madre fue la primera directora de la Escuela 179, en Invernadita.
Su padre se llamaba Orlando y su madre América, eran cuatro hermanos. Su entorno siempre estuvo ligado a las letras. “Mamé todo eso, mi madre tenía libros de poesías, había recibido premios. Tuve una gran fuente de formación. Para mí fue fácil relacionarme con ese mundo. Mi padre fue director de una editorial, también era docente, mi infancia y adolescencia transcurrieron en un ámbito literario, me gustaba eso”, había señalado a Ko’ape hace tiempo.
Luego su familia se mudó a Buenos Aires cuando Aldo tenía nueve años y después volvieron a la provincia y se radicaron en Oberá. Él tenía catorce años.
Una de las facetas por la que recibió permanente reconocimiento fue la inagotable tarea de enseñar, formar, educar, parte de su raíz, de su esencia. Además, en el ámbito educativo fue artífice de otro de los logros que tuvo Oberá, crear la Facultad de Ingeniería, de lo que se sentía muy orgulloso.
Dar clases de historia abrió otro fuego en su interior, llama que lo llevó a escribir varios libros, como “Un lugar llamado Yerbal Viejo”, “La sorprendente Oberá” y “Oberá ciudad”.
Todo lo que hizo fue con pasión.
Don Aldo tuvo ofertas políticas partidarias, de hecho fue candidato a diferentes funciones en alguna oportunidad.
En la década del 40 había algunos periódicos en la ciudad, pero terminaron desapareciendo, mientras que el Semanario Pregón Misionero asomó para quedarse. “Una quijotada” afirmó en su momento al referirse al semanario.
Al momento de explicar por qué se mantuvo en el tiempo aseguró “cuidamos siempre respetar la individualidad y la gente. Además escuchar las dos campanas. Conseguimos muchas cosas con Pregón, muchos reconocimientos, además de promover el progreso de la comunidad. Para mí es un hijo, patrimonio obereño”.
Hoy toca despedirse de Don Aldo, que no deja un lugar vacío porque queda su riquísimo legado.