Ayer, al cumplirse 16 meses y 11 días del primer caso de coronavirus detectado en Argentina, el país superó la barrera de las cien mil muertes, una cifra lúgubre y llena de cuestionamientos el tratamiento de la crisis sanitaria en esta parte del mundo.
La primera muerte por COVID-19 de la que se tenga registro se produjo el 7 de marzo de 2020, cuatro días después de detectarse el primer contagio. La víctima tenía 64 años, vivía en la Ciudad de Buenos Aires y había regresado de Francia el 25 de febrero. Fue además la primera víctima fatal del virus en Latinoamérica. Desde entonces todo una montaña rusa en lo sanitario, lo económico y lo social.
Pero sin lugar a dudas el proceso más trágico en lo que llevamos de pandemia se produjo en los últimos cinco meses dado que la cifra de víctimas fatales se duplicó teniendo en cuenta que hasta el pasado 12 de febrero se habían reportado 50.000 fallecidos.
Argentina reportó ayer 19.697 nuevos casos de coronavirus, con lo que los positivos totales ascienden ahora a 4.702.657. De esta manera el país se ubica en el octavo lugar entre las naciones con más infectados, detrás de Inglaterra, que acumula 5.233.207.
Al mismo tiempo y con exactamente 100.250 fallecidos, Argentina está hoy en el puesto once a nivel mundial en cantidad total de decesos, por detrás de Francia, que acumula 111.413 víctimas fatales.
Es indudable que, tratándose de un problema nuevo y con tratamientos en marcha, las mejores formas de enfrentarlo se descubran sobre la marcha y tras un lamentable proceso de prueba y error.
Pero no por ello deja de ser observable que mucho de lo que se ha hecho en Argentina para enfrentar un drama como el que llevamos casi un año y medio enfrentando se hizo mal. Mal en base a errores no forzados, a otros buscados y también a la soberbia de algunos dirigentes que creyeron estar por sobre millones de argentinos.
Ojalá estemos a tiempo de corregir el rumbo y frenar la inercia de esta crisis para que los muertos ya no engrosen esta cifra siniestra.