A quién no le ha sucedido que por ahí no podemos quedarnos quietos. Vamos de un lugar a otro ocupándonos de todo para no detenernos, queremos una casa la conseguimos luego queremos decorarla y después ampliarla, lo mismo con el móvil, tenemos uno luego queremos otro más grande, más moderno, más cómodo, más nuevo, pero no podemos detenemos a apreciar lo que hemos conseguido, ¿cuánto más queremos tener?
¿Será que en este mundo donde “somos lo que tenemos”, por ahí tener nos da posibilidades de ser aceptados, queridos, capaz que por eso buscamos ser los mejores, para ser reconocidos? ¿Por eso hay tanta competencia? Vivimos en una sociedad que nos pide ser el “número uno”.
¿Será que por eso no podemos quedarnos quietos? Cuando nos detenemos a mirar a sentir recién ahí podemos apreciar lo que tenemos.
Competir para ser los mejores es desgastante y así estamos como sociedad, agotados, sin ganas y desconfiados.
Quizás es un buen momento para mirar dentro nuestro y preguntarnos: ¿podemos quedarnos quietos y disfrutar de lo que hemos logrado: la familia, el hogar, nuestro trabajo, la salud, la paz?
Podemos darnos cuenta que hay bienes que se consiguen y que valen mucho más que el dinero como por ejemplo, ayudar a los demás, servir, escuchar, estar en paz, ser agradecidos, ¿no creen que eso nos hace más felices, más plenos?
Recuerden momentos donde se sintieron felices y completos, casi siempre en esos momentos estamos compartiendo algo con alguien.
En un relato Merlín le dice esto al caballero: “A los seres humanos se les dio dos pies para que no tuvieran que permanecer en un mismo lugar, pero si se quedaran quietos más a menudo para poder aceptar y apreciar, en lugar de ir de aquí para allá intentando apoderarse de todo lo que pueden, entenderían verdaderamente lo que es la ambición del corazón”.
Los invito a pensar en esto: ¿valoramos las riquezas que tenemos en valores o a la hora de pesar son pocas cosas porque no tienen un valor material?
Recordemos que de esta vida sólo nos llevamos lo que hemos sentido y hecho sentir. Pensemos qué estamos sembrando en nuestra vida.
Que Dios los bendiga.