
La falta de precipitaciones en la alta cuenca del Paraná como consecuencia del fenómeno de La Niña, sumado a otros factores tales como la deforestación y el riego en áreas de cultivo provocaron que el río Paraná y sus afluentes disminuyan su caudal hasta unos niveles no vistos desde 1944. Varios expertos hablaron sobre la problemática y en este caso, el profesor Sergio Páez hizo una descripción de la situación desde una mirada geográfica.
De esta forma, en el trabajo detalló que para entender la bajante “es necesario ubicarse en el municipio de Cristalina en el Estado de Goiás, que está en pleno Cerrado y que alberga más de 250 ríos y pequeños arroyos que desembocan en el Paranaíba, una de las principales formaciones del río Paraná, cuya cuenca cubre la mayor parte de los estados de Minas Gerais, São Paulo, Paraná, Mato Grosso do Sul, Goiás y el Distrito Federal, donde toda la región está sufriendo un acelerado proceso de deforestación”.
“Varios ríos que componen la cuenca del Paraná están experimentando una baja en sus caudales y esta situación llevó a los investigadores a señalar que la raíz del problema reside en la deforestación constante y creciente en la formación del Cerrado y de la Mata Atlántica desde hace varias décadas”, se describió en el informe.
Se agregó que “gran parte del caudal del Paraná procede de los ríos que se originan en las áreas del Cerrado, masa forestal que fue deforestada en las últimas décadas. Desde una fotografía aérea, el paisaje de la región hoy se asemeja a figuras geométricas con una profusión de círculos y líneas rectas que fueron creadas por maquinarias agrícolas”.
Se mencionó que según MapBiomas, que es una plataforma que monitorea el uso de la tierra en Brasil, “de 1985 a 2019, el área cubierta por el Cerrado disminuyó un 33% en la microcuenca hidrográfica de esa región”.
“En toda la cuenca del Paraná, que incluye sectores de Mata Atlántica, en el mismo período se destruyeron 4,2 millones de hectáreas de vegetación nativa, una pérdida del 17,6%. Hoy, sólo el 22,4% de la cobertura natural original permanece en la cuenca”, se apuntó.
Desde una mirada geográfica, se apuntó que “la deforestación agrava la escasez de agua en toda la cuenca del Paraná. Es una respuesta incompleta, atribuir la variación del caudal de esta cuenca sólo al fenómeno de La Niña”.
Menos lluvias
En el documento, además se expuso que “en los últimos años varios expertos asociaron a la deforestación con la disminución de las precipitaciones. La tala de árboles hace que el bosque deje de bombear a la atmósfera una inmensa cantidad de agua que luego se convertiría en lluvia, es así como el reemplazo de la vegetación nativa por cultivos impacta en el caudal de los ríos, y es lo que está sucediendo”.
Se enfatizó que “según MapBiomas, el 43,7% del Cerrado ya fue destruido para dar paso a la agricultura y la ganadería. Sólo en 2020, el bioma perdió 7,3 mil kilómetros cuadrados, un aumento del 12,3% en comparación con el año anterior”.
Se agregó que “como la nueva vegetación tiene raíces cortas, el agua de lluvia no se infiltra tanto en el suelo y tiende a evaporarse o escurrirse hacia un río. Así, en lugar de ir al depósito subterráneo para ser liberado a la superficie durante todo el año, el agua aumenta el caudal de los ríos durante la época de lluvias”.
“La deforestación por sí sola tiende a reducir el caudal de los ríos en el período seco, pero el impacto es mayor cuando la vegetación nativa da paso a los cultivos de regadío”, se afirmó.
Controles
De esta forma, en el informe se expuso que “muchos expertos a nivel mundial advierten, sobre los desafíos de expandir la actividad de regadío en un escenario en el que la escasez de agua es cada vez más frecuente en algunas partes, lo que podría verse agravado por las reducciones de lluvia provocadas por el cambio climático y la deforestación constante”.
Se indicó que “en lugar de aumentar la superficie regada, es necesario incrementar el control sobre las licencias otorgadas para el riego ya que hoy se desconoce si los agricultores respetan los límites que les imponen”.
“Es necesario mapear las regiones de manantiales y recarga de acuíferos, que deben considerarse prioritarias para la conservación”, se remató.