El accidente se produjo en un yacimiento ubicado 30 kilómetros al Noroeste de la ciudad chilena de Copiapó, explotado por la compañía San Esteban.
Por la noche del 5 de agosto se informó de la gravedad del accidente: tras hablarse primero de 25 mineros atrapados, luego se eleva la cifra a 33 y se conoce que están a unos 700 metros de profundidad sin posibilidad de saber en qué condiciones.
El 6 de agosto, equipos de rescate entran por una de las chimeneas de ventilación a la mina, pero al día siguiente desechan esa opción por problemas de seguridad y bloqueo del conducto por el que se había planeado descender al refugio.
Agotadas las posibilidades de llevar a cabo una operación de rescate con equipos humanos, se optó por efectuar perforaciones sobre la mina dirigidas hacia la zona de refugio mediante máquinas de exploración minera. Este operativo se realizó utilizando hasta diez equipos de sondaje, algunos de punta diamantada y otros denominados de aire reverso -equipos de distinta tecnología y eficiencia- a fin de establecer contacto con los mineros aislados.
El domingo 22 de agosto, 17 días después, los mineros fueron encontrados con vida, y tras 33 días de perforaciones interrumpidos sólo por problemas en la maquinaria, uno de los tres planes, el B, con la máquina Schramm T130 consiguió “romper fondo”, a 623 metros de profundidad. A las 12 del mismo día, el ministro de Minería, Laurence Golborne, anunció que el rescate comenzaría a las 0 del miércoles 13 de septiembre, con
una duración aproximada de 48 horas.
Finalmente, desde las 0.10, se logró traer a la superficie al primer minero y luego a los siguientes, a un ritmo de cerca de uno por hora.