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Este viernes, como cada 6 de agosto, se festeja en todo el país el Día del Veterinario, en recordación de la fecha de creación del Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria de la República Argentina, en esa fecha de 1883.
Dicha casa de estudios comenzó a funcionar en los predios de Santa Catalina, una antigua colonia escocesa establecida en el partido de Lomas de Zamora, en Buenos Aires. Este lugar estaba habitado por 200 inmigrantes escoceses que a fines del siglo XIX, además de desarrollar importantes plantaciones, establecieron la primera cabaña modelo para la cría de ganado lanar.
Este grupo comunitario tuvo años de apogeo en ese entonces, pero la falta de apoyo oficial por la guerra de la Triple Alianza, las mangas de langosta y la sequía hicieron que se fuera disolviendo. Parte del predio de Santa Catalina fue subastado y en el casco de la estancia se fundó en 1868 la primera Escuela Práctica de Agricultura, por iniciativa del primer agrónomo del país, Eduardo Olivera.
En 1883, el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Dardo Rocha, promovió la creación del primer Instituto Agronómico y Veterinario del país y el 6 de agosto de ese año se creó el Instituto Superior donde se dictaron las primeras enseñanzas superiores a cargo de profesores contratados especialmente en Bélgica.
Fue en este lugar donde se produjeron las primeras vacunas preventivas para los animales del campo, representando una etapa fundacional de la profesión veterinaria.
A partir de entonces también se afianzó dentro de la profesión la especialización en el control de alimentos, a tal punto que para 1887 se creó la Dirección de Inspección Veterinaria de Mataderos, Tambos y Establecimientos expendedores de alimentos.
Recién luego de la Segunda Guerra Mundial, en pleno siglo XX, la profesión del veterinario encontró lugar en la atención personalizada de mascotas, con la creación de clínicas de pequeños animales.