La inversión extranjera directa (IED) que recibe la Argentina se desplomó casi 40% en 2020 como consecuencia del parate mundial económico por la pandemia. De todas formas, el país acumula un retroceso en el peso relativo de las inversiones externas en los últimos cinco años, en comparación con el resto de Sudamérica: mientras en 2015 contaba con el 9,5% de los fondos totales extranjeros destinados a la región, en 2020 esa proporción cayó hasta menos del 6%.
Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que depende de Naciones Unidas, indicó que en los países de la región ingresaron 105.480 millones de dólares en 2020 en concepto de IED. De esa forma, implicó una caída de 40,4%, lo que representa unos 56.000 millones de dólares menos que en 2019.
Esa cifra equivale, además, al valor más bajo de la última década, con una contracción sólo comparable a la que tuvo lugar en 2009, cuando el ingreso de inversiones desde el exterior se redujo un 37,1% en medio de la crisis financiera internacional.
En términos generales, el panorama de desplome inversor por la pandemia fue extendido en toda la región, según la Cepal. en ese sentido, solamente cinco países recibieron más capitales extranjeros en 2020 que en el año anterior: las Bahamas y Barbados en el Caribe, el Ecuador y el Paraguay en América del Sur, y México.
“Las inversiones más afectadas fueron las dirigidas al sector de los recursos naturales, que se redujeron un 47,9% con respecto a 2019, y las orientadas a las manufacturas (-37,8 por ciento). Las inversiones en servicios tuvieron una disminución menor (-11,0 por ciento). De esta forma, casi la mitad de las entradas de IED en 2020 se dirigieron a los servicios y el peso de las manufacturas se redujo al 37%, valor inferior al promedio de la última década (39%)”, explicó la entidad que preside Alicia Bárcena.
Por otra parte, los anuncios de proyectos cayeron a niveles de mediados de la década de 2000, relevó la Cepal, tanto en términos de la cantidad (un retroceso de 45% con respecto a 2019) como de los montos efectivos invertidos.
Según la organización, hay ocho sectores que podrían impulsar la inversión extranjera directa en los próximos años: la transición hacia energías renovables, la electromovilidad sostenible en las ciudades, la revolución digital inclusiva, la industria manufacturera de la salud, la bioeconomía, la economía del cuidado, la economía circular y el turismo sostenible.
La situación del país
De acuerdo a los datos recopilados por la Cepal, el retroceso de la IED en la Argentina estuvo en línea con la que registró el resto de Sudamérica, en torno del 40% en comparación con 2019. En términos relativos, la caída en comparación con otros países de la región es considerable. En 2015 contaba con el 9,5% de los fondos totales extranjeros destinados a la región, mientras que en 2020 esa proporción cayó hasta menos del 6%.
De acuerdo al informe del organismo dependiente de la ONU, en la Argentina las mayores salidas de compañías transnacionales se concretaron en el sector de los servicios, entre los que ejemplificó con los casos de Walmart, que fue adquirida por capitales argentinos, la empresa Latam, que anunció que deja sus operaciones en el país y la chilena Falabella, que también cerró su actividad local.
Desde 2012, la mayor parte de la inversión extranjera directa correspondió a reinversión de utilidades, un componente que en 2020 representó el 66% del total y registró una variación interanual negativa del 38,8%. Por detrás, los aportes de capital fueron el segundo componente (29% del total) y también se recibieron menos ingresos que en 2019 (-47,2%). En cambio, las entradas por préstamos entre empresas tuvieron una variación positiva (35,3%), aunque representaron un porcentaje menor del total.
El informe de Cepal aseguró que en 2020 las empresas transnacionales redujeron su actividad de compras de empresas en la Argentina. “La cantidad de operaciones transfronterizas identificadas se redujo de 27 a 15 entre 2019 y 2020, con un monto en 2020 en torno a los 430 millones de dólares”, explicaron y especificaron en ese sentido que en el 50% de los acuerdos se desconoce el valor de la operación.
Por otro lado, remarcó el organismo que “la explotación de hidrocarburos y la minería fueron protagonistas y la operación más grande se concretó en el yacimiento de Vaca Muerta”. La angloholandesa Royal Dutch Shell y la noruega Equinor ASA adquirieron por 355 millones de dólares el 49% del bloque Bandurria Sur, que era propiedad de la estadounidense Schlumberger.
De dónde viene la IED
Según el informe, entre 2003 y 2020 el nivel más bajo de IED en la Argentina fue 2003, con USD 1.652 millones, apenas 3,6% del total regional de ese año. El país salía de una debacle, que en 2002 había provocado una caída de dos dígitos el PBI. Los otros años de muy baja recepción de IED de la serie son 2009, 2016 y 2020, todos de fuerte recesión económica.
El año de mayor recepción en la serie de 18 años fue 2012, cuando, según los datos de Cepal, ingresaron a la Argentina USD 15.324 millones de IED. Lo más sorprendente es el principal país de origen de esas inversiones: Panamá, con USD 3.170 millones, por encima de España (USD 2.835 millones), Chile (USD 1.255 millones).
Panamá siguió pisando fuerte como proveedor de IED en la Argentina en los años subsiguientes: USD 2.345 millones en 2013, USD 2.629 millones en 2014 (cuando volvió a ser el aportante top) y USD 1.621 millones en 2015, para desplomarse en 2016 a USD 477 millones. Así, en el cuatrienio 2012- 2015, período que coincide casi perfectamente con la segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, el ingreso de IED a la Argentina proveniente de Panamá sumó USD 9.765 millones.
Panamá, claramente, no es una potencia industrial ni nada que se le parezca, sino un paraíso fiscal y financiero en el que muchas cáscaras corporativas fijan domicilio para mover desde allí sus asignaciones, como mostró al mundo el caso de los “Panamá Papers” de la empresa Mossack Fonseca.
Cepal sí se detiene sobre el creciente peso de China como inversor en la región. El ascenso del gigante asiático, que representa 18% del PBI y 22% de las exportaciones de manufacturas del mundo, llevó a “desencuentros y conflictos con otras potencias económicas, en particular con EEUU”.