Estamos próximos a celebrar el Día del Niño tan esperado por nuestros pequeños, en medio de la pandemia, que los ha alejado de los momentos inolvidables de los juegos con los amigos, las fiestas de cumpleaños y obviamente la oportunidad de compartir con sus pares en la escuela y espacios de juegos de manera plena.
Pero esta situación de adversidad, también nos enseña a fortalecernos como sociedad y enfrentar las realidades con la misma sencillez de los niños, que saben llorar cuando sufren y son capaces de sonreír al instante, olvidándose del dolor.
La espontaneidad y la creatividad de la niñez, es el camino que nos abre a las novedades de la vida en medio de tantas situaciones adversas que atravesamos.
Cuidar la niñez también nos invita a recuperar la alegría de los niños que tal vez se ha opacado en este tiempo de aislamiento que vivimos como sociedad. Conscientes de la ilusión y esperanza que siempre nos brindan, celebremos con alegría el Día del Niño elogiando la valiosa presencia de los infantes del mundo entero que todos los días nos regalan sonrisas, ilusiones, muestras de bondad y solidaridad; nos enseñan que la imaginación y los sueños son un gran motor para vivir en plenitud.
En una de sus audiencias el papa Francisco nos invita a mantener viva la dimensión de niñez que todos conservamos en la vida: “Los niños nos recuerdan otra cosa bella; nos recuerdan que somos siempre hijos. Incluso si uno se convierte en adulto o anciano, aún si se convierte en padre, si se ocupa un lugar de responsabilidad, por debajo de todo esto permanece la identidad de hijo. Todos somos hijos. Y eso nos vuelve a llevar siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado nosotros, sino que la hemos recibido” (Audiencia General del papa Francisco, miércoles 18 de marzo de 2015).
El sentirnos hijos necesitados unos de los otros nos enriquece en la vida y en este sentido aprendamos de nuestros niños a estar cerca de Dios en la fe y en la confianza. El mismo Jesús dice: “Dejen que los niños vengan a mí…” (Mt 19,14). Qué bueno que podamos aprender a rezar con el alma de niño, con sencillez y confianza total en Dios. Enseñemos a nuestros niños a confiar en Dios y crecer en la fe para poder enfrentar los grandes desafíos de la vida.
También tengamos presente a tantos niños que no pueden celebrar por ser parte de un hogar y una sociedad golpeada por la pobreza y la crisis económica.
Son millones de niños que están expuestos a la pobreza, a la violencia, al trabajo infantil y otros tantos al encierro a causa de la pandemia. Que en este festejo nuestra solidaridad y amor permitan la alegría de muchos corazones carenciados de nuestra sociedad.
Por encima de todo, el festejo del Día del Niño nos recuerda la importancia de celebrar la vida, aun en medio de los contratiempso y sorpresas que el devenir de cada día nos presenta. Como sociedad prioricemos la alegría de nuestros niños y juntos cuidemos la niñez de nuestra sociedad para que sean la esperanza de nuestro mundo.
A todos los niños les deseamos felicidades y bendiciones y como sociedad adulta seamos un verdadero ejemplo para que nuestros chiquillos crezcan de manera íntegra, imitando los valores que transmitimos.