Actualmente, 1.110.000 de personas en el mundo entre 0 y 19 años tienen diabetes y cada año se diagnostican 129.000 casos nuevos. En la Argentina, el 10% de la población con diabetes, presentan diabetes tipo 1, de aparición infanto juvenil, según la Sociedad Argentina de Diabetes (SAD)
La diabetes se diagnostica con niveles elevados de azúcar en sangre, mayores a los límites normales. Si bien existen distintos tipos, la diabetes tipo 1 suele ser la que afecta particularmente a los niños y adolescentes. Lo que la origina es la falta de insulina, elemento fundamental para hacer ingresar la glucosa que aportan los alimentos desde el torrente sanguíneo hasta las células del cuerpo y transformar esos nutrientes en energía.
Esta hormona es producida y secretada por las células beta del pancreas. En el caso de la diabetes tipo 1 existe una destrucción autoinmune de las células beta es decir, el organismo no las reconoce como propias y el páncreas deja de producir insulina, explica el informe de la SAD.
Se desconocen cuáles son las causas exactas que desencadenan esta enfermedad. Sin embargo, los niños con diabetes 1 presentan factores genéticos predisponentes y algún gatillo como ciertos virus u otros factores que todavía están en estudio, podrían favorecer y desencadenar la enfermedad.
Al no poder prevenirse, es de vital importancia tener en cuenta los siguientes síntomas para una detección temprana:
- Pérdida de peso
- Aumento del apetito
- Necesidad de orinar con frecuencia
- Sed excesiva
- Fatiga y cansancio
- Visión borrosa
Tratamiento
El tratamiento de la diabetes tipo 1 tiene como objetivo mantener los valores de glucemia lo más cercanos a lo normal. Para ello, se requiere de la aplicación de insulina en distintos horarios para imitar la secreción de insulina del páncreas sin diabetes. Acompañando al tratamiento con insulina se requiere de la medición del azúcar en sangre, aunque ahora existen nuevos dispositivos para el control de glucosa que resultan menos invasivos.
Si bien es una afección que requiere un control permanente por parte del niño, la familia y el equipo de salud, ya que por el momento no se cura pero sí se trata, tomando ciertos recaudos junto al tratamiento con insulina, relacionados a la alimentación y a la actividad física se pueden prevenir complicaciones y mantener una muy buena calidad de vida.
Afrontar estos desafíos puede resultar difícil para cualquier persona, pero más aún para los niños y adolescentes. Desde SAD, destacaron que es fundamental que el equipo de salud, la familia y el entorno social puedan guiar al niño y se adapten a las distintas etapas de la vida de ésta persona en crecimiento. Acompañarlos en el día a día, escucharlos y motivarlos para que participen del tratamiento, teniendo siempre en cuenta sus necesidades y emociones.