El próximo 21 de agosto celebraremos el “Día del Catequista”. Es oportuno que podamos reflexionar sobre esta misión tan importante de animarnos unos a los otros en la fe. Además de recordar con cariño a nuestros catequistas que nos introdujeron en las primeras lecciones de la fe, reconocemos el valor de la fe en nuestras vidas y la necesidad de cultivar el don de la fe en nuestros niños y jóvenes.
En medio de tantas situaciones que nos hacen dudar sobre las certezas de la vida, el misterio de la fe nos anima a seguir caminando aun en medio de las adversidades y cruces que nos tocan enfrentar. En los momentos de desaliento e incertidumbres, todos necesitamos ser animados y acompañados desde la fe, para poder significar los acontecimientos de la vida y sentirnos fortalecidos por el amor de Dios. La fe en Cristo nos llena de esperanza y fortaleza ante las adversidades de la vida.
San Pablo nos enseña que “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb 11,1). Es el gran motor de nuestra vida como cristianos que caminamos hacia la vida eterna. La fuerza que nos da la fe en Dios, nos sostiene ante tantas adversidades de la vida. El día del catequista nos recuerda de la misión que tenemos de animar a los otros en la fe, como nos diría San Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizara!” (1ª Cor 9,16).
La celebración del día del catequista de este año nos invita a profundizar la dimensión misionera de nuestra fe, que le movió al papa Francisco a instituir el ministerio laical del catequista. Es un ministerio que reconoce el gran valor que tiene la fe de los laicos, que a su vez asumen la misión de servir animando a otros en la fe admitiendo una total “fidelidad al pasado y la responsabilidad por el presente logrando la transformación misionera que la Iglesia ha emprendido”. El catequista tiene la misión de construir una profunda espiritualidad centrada en la persona de Cristo.
El papa Francisco invita a todos los catequistas, a sumarse a esta gran misión de transformar la sociedad a través de los valores cristianos. Los catequistas tienen la misión de salir al encuentro de “los muchos que esperan conocer la belleza, la bondad y la verdad de la fe cristiana”. La verdad de la fe en Cristo transforma a la sociedad. Es este gran misterio del amor de Dios que nos hace entregar la vida en el servicio generoso compartiendo una verdadera experiencia de amor, que se transmite con la vivencia personal y comunitaria de la fe en Dios.
La fe se educa con el testimonio. El/la catequista tienen la misión de ser luz, iluminando las oscuridades de la vida desde la fe en Cristo. El primer paso para dar testimonio de la fe, es profundizando la propia fe: con la lectura y la meditación de la Palabra de Dios; oración personal y comunitaria que nos ayuda a significar nuestras realidades; en la vivencia plena de la Eucaristía que se celebra como acción de gracias y ofrenda; en la vivencia de la caridad y la solidaridad con los más necesitados que nos hace ser testigos fieles de la gratuidad y la belleza del amor de Dios en la vida.
La vocación del catequista también realza el valor de la gratuidad en nuestra vida. El don de la fe que hemos recibido gratuitamente se comparte con amor y generosidad. Para poder llevar a cabo nuestra misión y vocación en la Iglesia, sabiéndonos llamados por el Señor a anunciar la Buena Noticia que es Él mismo haciendo discípulos misioneros, de una manera alegre, dinámica, profunda, debemos responder con prontitud a los desafíos que se presentan en este cambio de época y en el que nos estamos desarrollando.
Que este día del catequista que celebramos, nos ayude a crecer en la fe, haciendo que el amor de Dios esté cerca de cada uno de los niños y jóvenes, resignificando sus vidas. ¡FELIZ DÍA A TODOS LOS CATEQUISTAS!