Tú eres el silencio que me habita más allá de todo.
Tú eres el silencio que me trae las palabras.
El silencio al que me entrego y aparecen las ideas.
Palabras conectadas en frases que dan sentido a un pensamiento y describen una emoción, y así puedo expresar y expresarme. Puedo ver dentro y describir fuera.
Y así descubro que además de lo que veo existe un mundo interno al que nada ni nadie puede entrar a menos que yo le dé cabida.
Un pensamiento del exterior tiene que pasar por mi barrera de inmunidad.
Inmunidad de otros pensamientos, imágenes o palabras que vienen cargadas de emociones ajenas quizás llenas de intencionalidad.
Descubrí que tengo un clima interno que solo lo puedo modificar a través de mis silencios, de mis pensamientos, de mi introspección. Un mundo que nada ni nadie puede modificar a menos que le dé el pasaporte de entrada.
Cultivo así mi propio jardín, mi propia independencia, mi clima interno. Esa libertad que solo me la otorgo a mi misma. Libertad de poder elegir a quién, cómo y cuándo dejo entrar a mi mundo.
Cada uno es el centinela que regula el paso a su interior de aquello a lo cual le damos la suficiente identidad para que avance.
¿Somos conscientes del poder de las palabras? ¿Del poder del pensamiento, del poder de las sensaciones?
Regula y trasforma lo que ingresa a ti a través del exterior. Cultiva el gusto por lo bueno, lo noble, lo puro.
Sé responsable de tus acciones. El entorno está disponible para que lo puedas experimentar.
Primero limpia tus ventanas de la percepción. Limpia tu mente a través de la introspección y luego tendrás la capacidad discernir.
Cuida no solo tus pensamientos, palabras, acciones y emociones sino también aquello que dejas entrar, cuesta mucho sostener y muy rápido desarmar. Sé tu propio centinela.