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En la fría mañana del 18 de agosto de 1961 llegaba desde Uruguay a la Quinta de Olivos el comandante Ernesto Guevara. Según contó hace unos años Albino Gómez, por entonces funcionario del Servicio Exterior de la Nación adscripto a la Presidencia, “cuando se produjo su arribo salí a recibirlo para introducirlo en el despacho presidencial, y me quedé afuera con el embajador Aja Castro, que lo había acompañado” al “Che” desde Cuba.
“Terminada la conversación que se prolongó por una hora y media, el Presidente (Arturo Frondizi) me dio su versión, pidiéndome que la transcribiera. En síntesis, Guevara comenzó diciendo que él no podía hablar con la sinceridad que deseaba por la diferencia de nivel. Pero Frondizi le contestó que dejara los niveles y las formas de lado, pues consideraba que estaba frente a un americano y que él era antes que nada argentino y americano. Que se diera cuenta de que iba a hablar simplemente con un hombre que deseaba que la conversación fuese abierta y sincera, y que, como él, estaba dispuesto a dar la vida en la lucha por el país. Que no tenía nada que ocultarle”.
Entonces el “Che” se explayó y dijo que Cuba quería permanecer en el Sistema Interamericano y que estaba dispuesta a entenderse con los Estados Unidos, siempre y cuando ello ocurriera de una manera digna, y que también querían independizarse de los soviéticos. Aceptó el hecho de que recibían de ellos mucha ayuda y algunas veces directivas e instrucciones, pero que Cuba quería construir un Estado Socialista con autonomía absoluta de la Unión Soviética. Eso sí: entendía que no había otro camino para los países chicos y pobres que el de la violencia.
Dejó entrever que querían que la Argentina trabajase por una mediación entre Estados Unidos y Cuba, tema
sobre el cual no se expidió Frondizi por no considerarlo viable, porque sabía que ninguna mediación estaba en los planes del presidente Kennedy, que solo quería tener la seguridad de que Cuba no entraría en el Pacto de Varsovia.
“La entrevista fue muy cordial y Guevara, según la opinión de Frondizi, fue mesurado y sincero”, rememoró Albino Gómez en un artículo publicado por el diario La Nación hace una década.
Sin embargo, la visita del “Che” provocó esa misma tarde gran revuelo, preocupación e inquietudes en algunos sectores de las Fuerzas Armadas. A la mañana del día siguiente, el Presidente recibió al Jefe de Policía, capitán Recaredo Vázquez, quien le informó acerca del resultado de las deliberaciones habidas entre altos jefes de Marina: el Presidente debía renunciar.
Al final de esa tarde se solicitó a Frondizi una reunión con los secretarios, los comandantes en jefe y los jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, para pedirle explicaciones acerca de la visita de Guevara. La reunión se
llevó a cabo en la residencia de Olivos y se extendió por casi tres horas. Allí, el Presidente manifestó que no estaba dispuesto a dirigir la política internacional del país con restricciones de ninguna clase. Y que “aunque existiera una única posibilidad de que Cuba fuera ganada para la democracia, la paz y el derecho americano, él no dudaría en usarla en beneficio de todos los países del hemisferio”.
Las explicaciones dieron por tierra con el pedido de renuncia, aunque para ello fuera decisiva la “amenaza” del
Presidente de informar al país de todo lo actuado, no sólo en la reunión con el “Che”, sino también en las comunicaciones con otros jefes de Estado incluidos datos reservados y secretos.
Gómez asegura que, ante la cierta posibilidad de un golpe de estado en ese contexto, ya se había grabado un discurso del Presidente que habría sido transmitido de inmediato por los canales oficiales.
No ocurrió esa misma noche, pero siete meses después, el 29 de marzo de 1962, el presidente Arturo Frondizi era derrocado por las Fuerzas Armadas.
Fuente: diario La Nación