De todos los grandes simios -gorilas, chimpancés y bonobos-, el orangután es el único que vive fuera de África, en un rincón del continente asiático. Sabemos que hace unos 12.000 años los orangutanes eran millones y habitaban desde Java hasta el sur de China. Hoy día, con suerte quedan unos 60.000.
Actualmente se distinguen tres especies, solo presentes en Indonesia y Malasia y todas ellas al borde de la extinción:
El orangután de Borneo (Pongo Pygmaeus) que habita las provincias malayas de Sabah y Sarawak y las provincias indonesias de Kalimantan.
El orangután de Sumatra (Pongo abelii) que se encuentra en el norte de la Isla de Sumatra.
El orangután de Tapanuli (Pongo tapanuliensis), descubierto hace apenas tres años, que también habita en la zona norte de la isla de Sumatra.

Su comportamiento social y personalidad contrastan fuertemente con la de los primos gorilas y los más políticos chimpancés que viven en comunidades, con fuertes liderazgos, y con profusión de interacciones sociales. Por el contrario, los orangutanes impresionan por su aspecto calmo, reflexivo y su modo de vida semi-solitaria.
Los machos solo se acercan a las hembras al momento de aparearse y cuando están preñadas se alejan y se mantienen ausentes de la crianza de los pequeños. Las hembras, por el contrario, suelen vivir con sus hijas hasta que ellas se independizan y con las crías tienen un lazo de profunda dependencia que se extiende hasta los 8 años.
Esto es así porque las madres transmiten todos los conocimientos que le harán posible su vida adulta. Cómo aprender a distinguir los alimentos, dónde encontrarlos, cómo conducirse ante el peligro.
Las hembras tienen un periodo de gestación de 8 meses y medio y suelen procrear con lapsos de 8 años lo que con un promedio de vida de 40 años en medio silvestre hace que su crecimiento como especie sea lento.
Las selvas tropicales de Indonesia son uno de los “hotspots” de la biodiversidad planetaria. Los orangutanes hacen parte de las maravillas que han poblado esos espacios en una existencia en su mayor parte arborícola. El nombre de los orangutanes en malayo significa “hombre del bosque”.
Los orangutanes duermen en lo alto de las ramas y se alimentan de frutos maduros, hojas, ramas, termitas, miel, hongos y otros insectos. Reconocen su alimento, en particular los frutos, por su color y olor y es tal la destreza que exhiben pues se dice que consumen hasta 400 especies distintas de plantas que son reputados como los más brillantes botanistas del planeta.
Sus características físicas los torna inconfundibles dentro de nuestra familia. Así se distinguen por su largo pelaje rojizo y brillante. Los machos adultos, además de ser más corpulentos, desarrollan una brida o almohadilla de tejido adiposo alrededor de la cara que los hace lucir impresionantes y los vuelve atractivos para las hembras.
Los orangutanes llaman la atención por la envergadura de los brazos que hace que cuando están de pie sus manos prácticamente toquen el suelo. Cuando un macho estira los brazos puede alcanzar los dos metros de un lado al otro, superando con ello su estatura que ronda el 1,50-1,60. Ello es así porque han evolucionado como simios arborícolas a diferencia de chimpancés y gorilas que además de andar por las ramas también caminan apoyándose sobre la segunda falange de sus dedos.
Al igual que los otros simios, y otros animales, se admite que existen tradiciones aprendidas socialmente que llegan a constituir culturas. Así, en partes de Borneo los orangutanes usan puñados de hojas como servilletas para limpiarse la barbilla, mientras que en algunas partes de Sumatra usan hojas como guantes, ayudándoles a manipular frutas y ramas espinosas, o como cojines de asiento en árboles espinosos.
La ciencia contemporánea ha demostrado que compartimos el 97% de nuestro ADN con los orangutanes con quienes compartimos un ancestro común de quien se produjo una separación unos 15 millones de años atrás.
Las selvas tropicales de Sumatra y Borneo no son más el paraíso de los orangutanes. La tala desmedida para instalar plantaciones de palma para aceite, las quemas intencionales, la minería ilegal, la matanza de orangutanes que con su hábitat destruido deambulan por los poblados en búsqueda de alimento, el tráfico de individuos vivos para el mascotismo o la industria del entretenimiento han hecho que el edén haya mutado en infierno. No solo para los orangutanes sino para el planeta.
En la última década, informes de expertos internacionales, agencias de las Naciones Unidas (ONU), organizaciones de conservación han revelado numerosos casos de tráfico y comercio ilegal organizado de gorilas, chimpancés, bonobos y orangutanes. El crimen ambiental se ubica entre las actividades ilegales más importantes del mundo, y el tráfico de grandes simios vivos es parte de este comercio mundial de miles de millones de dólares.
Fuente: Instituto Jane Goodall