A casi nadie escapa ya la crisis hídrica que sufre la región y en gran medida nuestra provincia. Un nefasto combo de factores se dio cita para hacer de esta época una de las peores en cuanto a rendimiento hídrico.
Los ríos están bajos al igual que sus cuencas y afluentes. Los arroyos languidecen, las lluvias escasean y los calores comienzan a ser cada vez más fuertes.
Para colmo de males, los últimos vestigios del invierno que nos va dejando llegaron con intensos fríos que secaron la vegetación. Todo está dado para que los incendios se multipliquen. Y para que ello ocurra sólo falta un accidente, o una intencionalidad.
Múltiples focos de incendios se manifiestan a diarios en las últimas semanas en casi toda la provincia. Muchos de ellos provocados por insensatos que inician fuegos que rápidamente se salen de control.
Decenas de bomberos en toda la provincia salen en interminables emergencias para apagar las llamas y salvar vegetación, viviendas y también personas.
Que bajo estas circunstancias a la apatía de quienes inician los incendios se sume la avaricia de alguien que no soportó que su empleado faltara a su trabajo para apagar un incendio habla del estado de las cosas.
No sólo las llamas están causando daños.