Estos últimos tienen en claro para qué están aquí. Es decir, que conocen el propósito de su vida y van detrás de este. Y cuando eso sucede, tomamos las riendas de nuestras vidas porque sabemos que somos los únicos responsables de nuestras circunstancias.
Entonces la vida deja de estar basada en el factor buena o mala suerte. Tampoco depende de lo que hagan, o dejen de hacer, los demás. Ni de la forma en que hemos sido criados.
Cuando vivimos esperando que ocurra algo mágico en nuestras vidas, cuando ponemos nuestra fe en el afuera, si el tiempo pasa y nada cambia, el resultado es la desilusión. Hoy mucha gente vive desilusionada, desesperanzada. Y escogen el camino más fácil: responsabilizar al otro. Pero es otra manera de no asumir la propia responsabilidad y de esperar siempre la ayuda externa. Lo que necesitamos hacer para lograr lo que nos proponemos es mirar hacia adentro. Allí está todo lo que se requiere.
El futuro, que nos suele preocupar tanto, el éxito y el fracaso comienzan en la mente. ¿Qué significa esto? En nuestros pensamientos que derivan en palabra y acciones. Lo cierto es que cuanto más grandes sean nuestros sueños (lo que vemos con la mente), más creceremos y avanzaremos.
Reconocer y soltar los límites mentales nos ayuda a lograr tener una “visión” y determinar cómo deseamos que sea nuestra vida. Es entonces cuando comenzamos a ser verdaderos imanes que atraen lo mejor. Te animo a tomarte un tiempo diario para decidir en tu mente la clase de vida que deseás tener en los próximos años.
En primer lugar, deberías tener en claro si te sentís en control de tu vida o no. ¿Por qué? Porque quien se siente en control de su vida no espera un golpe de suerte para mejorar o para dar un paso que no se atreve a dar; sino que se prepara, se activa y corre riesgos a pesar de sus temores más profundos. También quien se siente en control de su vida no vive sólo soñando, sino que se esfuerza en llevar a la práctica sus objetivos.
Y, lo que es más importante, quien se siente en control de su vida jamás vive comparándose con otros y compitiendo, sin reconocer sus propias capacidades; sino que solo busca competir consigo mismo, superarse y mejorarse cada día un poco más.
De modo que podemos concluir que eso que muchos consideran buena suerte, en realidad es el resultado de lo que uno siembra.
Por eso, buscá sembrar lo mejor en tu vida: buenas relaciones interpersonales (en cuanto dependa de vos), buenos pensamientos, buenas emociones, buenas palabras y sobre todo, la consciencia de que todo lo que necesitás está dentro de vos y de que lo mejor está por venir.