Hoy se recuerda en el país el Día del Abogado, en conmemoración del nacimiento de Juan Bautista Alberdi, uno de los más lúcidos pensadores argentinos, autor de las “bases y puntos de partida para la organización política de la Confederación Argentina”, que se tuvo particularmente en cuenta al sancionarse la Constitución Nacional de 1853.
El 19 de diciembre de 1958 la Junta de Gobierno de la Federación Argentina de Colegios de Abogados aprobó por unanimidad el despacho de una comisión especial integrada por los doctores Eduardo García Araoz, Luis Rassol y Policarpo Yurrebaso Viale, que aconsejaba consagrar como “Día del Abogado” para todo el país el 29 de agosto de cada año, fecha en que naciera el insigne Juan Bautista Alberdi, recomendándose a los colegios federados la colocación en su sede del retrato del constitucionalista como consagración a su memoria y ejemplo de virtudes republicanas y democráticas.
Grandes lecciones
Aunque este prócer vivió gran parte de su vida fuera de Argentina, dejó grandes lecciones de civismo y jurisprudencia, además de ser un acérrimo defensor de la paz y el sistema republicano. Diseñó con sus ideas un modelo de país sobre el respeto de los derechos individuales, principios que fueron tenidos en cuenta para la cimentación del país que hoy habitamos.
Bautista nació en Tucumán en 1810 y, a los catorce años, obtuvo una beca para estudiar en el Colegio de Ciencias Morales de Buenos Aires (hoy Colegio Nacional). Luego siguió abogacía en la Universidad pero, al completar sus estudios, el gobierno de Juan Manuel de Rosas impuso un juramento de fidelidad al régimen federal como requisito para la habilitación profesional.
Crítico
Resistió los abusos de la dictadura y criticó los errores de los gobiernos democráticos. Diseñó la arquitectura constitucional de la república y exaltó la armonía entre las naciones. Aunque nunca ejerció la profesión en el país,
dejó a los abogados la mejor de las lecciones: defendió la paz y el sistema republicano, aún al costo
de sufrir en carne propia el destierro y las persecuciones.
Solo y soltero, murió en una casa de salud del suburbio de Neully Sur Seine, en París, Francia, el 29 de junio de 1884.