La onda expansiva del escándalo por el cumpleaños en plena pandemia en Olivos lejos está de disiparse. De hecho, comenzó a dar sus primeros pasos judiciales justo cuando el Gobierno se embarcaba en una campaña de cara a las primarias y a las elecciones de medio término. En ese sentido, cualquier respaldo hacia el Presidente buscó y buscará consolidar el voto para el oficialismo más que salvar la imagen del mandatario.
En la otra vereda, flaco favor se hace el expresidente al “confesar” que “hicimos mucho pelotudeo en el ejercicio del poder” mientras dialogaba con voluntarios del PRO que se preparan para ser fiscales de la alianza opositora durante las PASO. La ciclotimia en ese sector es tal que hasta hace unas semanas celebraban que el exmandatario estuviera en Europa, fuera del radar de la campaña, y ahora se debate si ya no es el “piantavotos” que casi todos suponían.
En el medio de estos antagonismos y de una campaña realmente atípica se desarrolla la apatía del electorado. El contexto sanitario, el económico, los escándalos y las internas terminan favoreciendo a figuras altamente disruptivas como Javier Milei.
Y cuando las preferencias no se inclinan por referentes de ese tipo entran a jugar otras variables que a estas alturas son una verdadera incógnita. En ese sentido vale destacar que ninguno de los comicios registrados en lo que va del año superó una asistencia del 65%. Es más, días atrás en Salta la noticia fue la participación (60,22%) con un claro detalle: el voto en blanco ganó en la categoría “concejales” de la capital provincial.
Con poco tiempo por delante, mucho impacto negativo por reconvertir y pocos activos positivos por mostrar, las dos mayores posiciones políticas de los últimos tiempos volverán a darse cita en las urnas. Ahora el desafío también implica reencantar a una sociedad que día a día va perdiendo conexión con sus líderes (o viceversa) mientras advierte en ellos altas dosis de indiferencia ante el drama y la crisis.